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Si le pones ganas ¡ganas seguro! [Es solo cuestión de tiempo]

Siempre me ha gustado jugar a creer que dos palabras que se escriben y/o pronuncian igual pueden llegar a tener una relación directa, muy cercana entre sí, aunque no tengan el mismo significado en el diccionario. Algo así como que una palabra puede llegar a ser consecuencia de la otra. Una visión romántica del lenguaje, la mía, que nos estaría dando pistas acerca de cómo podría evolucionar una situación determinada, simplemente analizando las palabras que utilizamos en nuestras conversaciones.

Como si las palabras que usamos fueran a predecir el resultado final. Esto que forma parte del estudio de otras disciplinas y que para mí es un divertimento personal, toma una dimensión más relevante cuando se trata de dos palabras que forman parte del título de este artículo. Dos palabras que, a pesar de no tener una relación aparente más allá de su condición de homónimas, están íntimamente relacionadas y, en la mayoría de ocasiones, la una acaba siendo consecuencia de la otra:

Si le pones ganas a ¡ganas seguro!

Según mi forma de entender el desempeño profesional, es solo cuestión de tiempo que una persona que pone todas sus ganas en lograr algún objetivo, acabe lográndolo y, por ende, ganando.

En un mundo tan competitivo como el actual. Repleto de profesionales altamente capacitados, con una dilatada experiencia profesional, con diplomas de las mejores escuelas de negocios, capaces de comunicarse en varios idiomas… ¡lo diferencial radica en los intangibles! Aspectos que no están certificados por ningún organismo experto en la materia y que sólo pueden demostrarse a través de la interacción con otras personas, día a día y haciendo visible nuestra manera de afrontar cada situación, cada proyecto.

Emprendedor, creativo, apasionado de los proyectos en los que participo y convencido de que las ganas mueven el mundo”.

Así empieza mi extracto profesional en mi página personal de LinkedIn y es que… ¡estoy seguro de que las ganas mueven el mundo! Sin ganas, sin motivación, sin el convencimiento propio de querer llevar a cabo alguna acción, algún proyecto determinado, no se produciría avance alguno en ningún campo. Las personas que son motor de cambio y de evolución, aquellas personas que presentan proyectos y soluciones transgresoras y avanzadas al tiempo que les ha tocado vivir, han tenido que anteponer sus ganas, motivaciones y convencimiento a las voces que les invitaban (casi exigían) a abandonar la persecución de aquella idea que, por novedosa y disruptiva, no iba a funcionar en la mente de algunos “visionarios”.

Pues bien, llegados a este punto, lo que marcará un antes y un después, lo que hace que una idea se acabe materializando o se traspapele en el fondo de un cajón de buenas intenciones que acaban esfumándose, son las ganas. Ganas de querer demostrar que estamos en lo cierto, un convencimiento que va más allá de lo que puedan decirnos las personas que están a nuestro alrededor.

“¿Qué necesitas para comenzar un negocio? Tres cosas simples: conocer tu producto mejor que nadie, conocer a tus clientes y tener un deseo ardiente de tener éxito».

Y ahí, de la mano de Dave Thomas, fundador de Wendy’s, la tercera franquicia de hamburguesas del mundo, nos aparecen de nuevo las ganas como el ingrediente definitivo para lograr el éxito personal y profesional. No existe otro mejor. Eso sí, una receta no está formada por un solo ingrediente. En la mejor receta, el ingrediente principal viene acompañado de otros que, en perfecta armonía, confieren un carácter único al plato que estamos elaborando.

Por esta regla de tres, solamente con las ganas no podríamos lograr los objetivos que nos hemos marcado. Como Thomas, creo que existen otros aspectos que debemos tener en cuenta. El primero, muy importante para mí, es disponer de un plan, un foco claro que guíe nuestro camino hacia el éxito. Un plan que trace las líneas maestras y que nos ayude a perseguir nuestros objetivos, de manera consistente, a través de tres sencillas preguntas:

¿QUÉ? ¿En qué consiste nuestra idea y qué necesidades cubre/crea?

¿CÓMO? ¿Cómo la vamos a lograr? Es decir, ¿cuáles son los medios con los que contamos? ¿Qué recursos necesitamos?

¿CUÁNDO? ¿Cuáles son las fechas clave en nuestro proyecto?

Esto que hemos simplificado hasta la mínima expresión puede contener el detalle más minucioso y valioso para lograr alcanzar aquello que nos hemos propuesto. Pero… ¿tener un plan es sinónimo de éxito? Desgraciadamente ¡No! El camino de baldosas amarillas que se va construyendo, frente a nosotros, cuando ponemos negro sobre blanco todo lo que consideramos importante para obtener el pasaporte hacia el éxito, resulta que no es definitivo. Y aquí es donde entra en juego otro de los ingredientes importantes en nuestra receta para el éxito. Lo presentaré con una frase de Winston Churchill que me maravilla:

«El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: lo que realmente cuenta es el valor para continuar».

Logres alcanzar o no el éxito para el que tanto te has preparado, hay algo más importante si cabe que todo lo anterior: tener la capacidad para volver a intentarlo, en caso de no haber logrado alcanzar tus objetivos, y tener la capacidad para continuar, en caso de haber logrado triunfar con tus ideas. En ambos casos, no es fácil seguir.

El fracaso es un poderoso freno en la búsqueda de nuestras aspiraciones pero también lo puede ser el éxito. Porque cuando ya hemos logrado lo que nos habíamos propuesto, es normal que entremos en una fase de relajación. De ahí que hiciera fortuna una frase de Luís Aragonés para explicar lo que era el fútbol, según su forma de entenderlo y que, según mi opinión, resume muy bien la búsqueda de la excelencia:

“Y ganar y ganar y ganar… y volver a ganar y ganar y ganar… eso es el fútbol”

Así que traza un plan, ponle ganas y persigue tus sueños cada día, sin desfallecer porque solo así tendrás acceso a un éxito consistente y estable en el tiempo.

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