¿Qué usamos de tres a cinco horas al día, miramos cada pocos minutos, afecta en especial a los adolescentes y cuyo uso se ha incrementado con la pandemia? Si no sabes la respuesta debes de llevar confinado demasiado tiempo. Aunque la literatura académica todavía se afana por acotar y medir este problema, el desmesurado uso de los teléfonos inteligentes o smartphones es una realidad incuestionable. Y más aún en los jóvenes. Para atajarlo "antes de que aparezca" está en desarrollo la aplicación móvil YOUNGMOB.
Paula Torrico, investigadora postdoctoral en la Universidad de Burgos, pertenece al grupo internacional e interdisciplinar que se ha propuesto atacar desde el mismo canal donde se genera el problema. La idea es ofrecer una herramienta adaptada tanto a familias y agentes sociales, como a los más afectados: los adolescentes (de 10 a 15 años).
La Doctora en Comercialización e Investigación de Mercados ha presentado este viernes el proyecto en la clausura de las II Jornadas de Innovación Universitaria InnovaUDIMA con Tecnología Educativa (JIUTE) de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.
La app forma parte de una iniciativa enmarcada en el programa Erasmus+ entre España, Portugal, Italia y Eslovenia, con participación de expertos y docentes de los cuatro países. A través de entrevistas con profesionales en temas de adicción, psicología y tecnologías, y los profesores de distintos colegios, la investigación ha constatado entre otras cosas que falta consenso a la hora de definir y medir esta adicción que se ceba con los chavales.
Pero también evidencia que ambos pilares coinciden en ver a la familia como una de las grandes causas, y los problemas sociales y emocionales en los jóvenes como los resultados de esta problemática. La OMS todavía no lo recoge como "adicción conductual", pero podría resumirse como el "uso excesivo de smartphones de una manera difícil de controlar, y cuya influencia se extiende negativamente a otras partes de la vida”, cita Torrico.
YOUNGMOB pretende dar información útil en tres fases. Primero se monitoriza a los menores entre dos semanas y un mes. Se les pide que descarguen la aplicación, que les hará preguntas regularmente sobre el uso que hacen del teléfono, para que "interioricen la rutina real y percibida" que mantienen con el dispositivo. Así se generan diferentes perfiles en función del uso personalizado de cada uno. La segunda fase aprovecha este patrón para tutorizar y acompañarles durante "varias semanas" con algunas pautas a seguir.
Además, según ha explicado la investigadora, el proyecto pretende elaborar una especie de "libro blanco" o guía con recomendaciones para "las familias y los agentes decisores". Se busca conocer la realidad de los usuarios adolescentes y la capacidad de acción de los adultos. Todo para encauzar las disparidades al interpretar este problema y frenar así sus causas y consecuencias. Dar herramientas a los padres "y referentes a los niños", apunta.
Lo cierto es que, si bien este uso desproporcionado del móvil ya es una constante en la vida de muchos adultos, el efecto que puede tener sobre los jóvenes es más preocupante. Puede ir desde afecciones físicas a psicológicas y terminar en disfunciones profesionales y sociales. Términos como scrolling (deslizar la pantalla con el dedo), o phubbing (ignorar a al resto por consultar el aparato) se van imponiendo para analizar este comportamiento.
Los expertos consultados por el proyecto YOUNGMOB detectan un "uso compulsivo" en los chicos y chicas de hasta 19 años. Una dependencia que puede llevar a perder el control y la consciencia, y que puede empezar a gestarse "desde la guardería" por el acceso cada vez más temprano a estos dispositivos. Los profesionales (psicoterapia, psicología, juegos de azar...) creen que lo ideal son 3h diarias, aunque depende de para qué se utilice el móvil.
Por otra parte, tienen bastante claro que la familia y el hábito que se genera en su entorno son parte del germen del asunto. Sobre todo con prácticas como llevarlo hasta para dormir. "Los jóvenes usan el smartphone de 24 a 200 veces al día”; “desbloquean el teléfono cada 5 segundos”, comentan en el estudio. Los docentes coinciden en señalar a la familia como buena parte del problema, principalmente por darles acceso temprano "y sin control".
Para los profesores 2 horas diarias ya es suficiente, pero es cierto que importa bastante para qué se utiliza. No es lo mismo acceder a las redes sociales (donde ven una "relación clara" con la adicción), que emplear el aparato para buscar información o contactar con quien realmente se necesita por distancia. Prácticas que se ven envueltas en diversidad de criterios en los centros: unos prohíben directamente el móvil, otros lo adscriben al aula.
La encuesta YOUNGMOB, elaborada durante los meses de junio y julio, incluyó preguntas a los educadores sobre cómo ha cambiado el uso del teléfono durante la pandemia. Si bien afirman que ha aumentado su utilización, matizan que se ha diversificado, con fines más educativos "e incluso creativos", traslada Torrico. Ahora bien, admiten que "quienes tenían problemas de adicción se han vuelto más dependiente debido al confinamiento".
Un ingrediente que puede acentuar las secuelas que puede provocar en los estudiantes el uso abusivo del móvil. Los maestros subrayan que el periodo entre los 9 y los 15 años es clave por su "mayor vulnerabilidad", y por ser una fase de "cambios y rutinas" apuntan los expertos. Alertan de que esta adicción puede llevar al aislamiento y a deteriorar las relaciones familiares y de amistades, además de provocar otras adicciones como el juego.
Los colegios también detallan cómo se puede traducir el uso dependiente del smartphone. Y tanto ellos como los expertos recuerdan: "Acciones como tenerlo cerca siempre demuestran que existe un problema, no sólo en los jóvenes", quienes sin embargo pueden sufrir especialmente de "ansiedad, irritación, alteración del sueño" e incluso "dolores musculares" o "problemas óseos". YOUNGMOB tiene trabajo por delante.
El acceso temprano y sin control al teléfono debe corregirse con reglas de uso en casa y alternativas de ocio familiar, para fomentar un "pensamiento crítico". Si no... el "insomnio", la "impaciencia", la "irritabilidad" o incluso la incapacidad para "separar lo real de lo virtual " serán certezas para algunos. Como ha recordado Torrico, el trabajo conjunto de los agentes sociales frente a esta cuestión es clave: "Nos afecta a todos de una forma u otra y todos debemos colaborar para hacer un uso correcto de la tecnología".