A los emprendedores les encanta que le valoren alto la empresa, pues el dinero que reciben lo pagan más barato. Hasta aquí las buenas noticias. Pero también hay inconvenientes que conviene conocer.
Supongamos que un inversor entra en una startup con una valoración de 1 millón de euros, por ejemplo, y se fija un múltiplo objetivo de x3 en su inversión (es decir, a la salida querrá recuperar 3 euros por cada euro aportado hoy a la empresa), en caso de que las cosas vayan bien no va a aceptar ninguna oferta por la empresa inferior a 3 millones de euros.
Si un competidor hace una oferta de compra de la empresa por 2 millones de euros y es interés del emprendedor aceptar tal oferta se va a encontrar con la negativa del inversor. Cuanto mayor sea entonces la valoración más ofertas de compra serán rechazadas.
Si el caso anterior os parece difícil de verificar en la práctica, ahí va otro. Una valoración excesivamente elevada, aparte de repeler hoy a potenciales inversores, puede suponer un obstáculo a la financiación posterior de la startup.
Cuando la valoración premoney en una ronda es inferior a la valoración postmoney en la ronda anterior se dice que nos encontramos ante un “down round”. Un down round es la peor pesadilla de un inversor, después lógicamente de una quiebra o una salida con pérdidas. Supone que el precio que ha pagado por una startup es mayor de lo que debería haber sido. Pero no ya basándonos en modelos económicos o valoraciones cualitativas, sino en la irrefutable realidad de un nuevo inversor que sí pone precio (de mercado) al proyecto en el que él está participando.
Un down round puede ocurrir tanto si la empresa va bien, en cuyo caso el sobreprecio es evidente, como si va mal. En este segundo caso el emprendedor puede argüir que el precio de la primera ronda fue adecuado pero que las circunstancias del mercado han jugado en contra de la startup. Este argumento es defendible y, si verdaderamente la empresa tiene opciones de remontar el vuelo, posiblemente haga que el inversor se sienta mejor.
De hecho un down round es negativo, pero no una condena a muerte. Para empezar un down round es mejor que un “no round”. Es decir, si estamos ante un down round es que existe un segundo inversor que está dispuesto a entrar en la empresa, a un precio inferior, sí, pero dispuesto a invertir. El proyecto tendrá así una segunda oportunidad, cosa que no tendrá si la decisión que se toma ante la mala marcha de la empresa es liquidarla.
En general si el inversor detecta antes de entrar que habrá nuevas rondas inminentes luchará por conseguir una valoración baja que le permita escapar de un down round en la nueva ronda. Si el emprendedor se resiste lo más normal es que entonces el inversor le imponga una cláusula antidilución