No lo digo como un acto de irreflexión, sino que no se puede estar pensando, afinando, demorando, procrastinando (dejar para después).
Emprender es una palabra en presente. Cuanto tardes en decidirte, una ola de miedo te rodea y puedes echarte atrás.
Puede ser algo cómodo. No te has echado adelante, no has perdido nada. Sin embargo, si tienes una férrea vocación en lo que vas a emprender, si emprendes solo, o si lo haces con otros que no piensen sólo en el dinero y sean de tu nivel de conocimientos, mirando todos hacia adelante, has dado el primer salto de tu camino, hacia adelante.
Emprender, navegar en el emprendimiento no es fácil: es como la vida misma, con alegrías y con llantos, con aciertos y con frustraciones. La vocación de servicio ha de estar por encima de todos los demás principios, unidos a la honestidad.
Hay un refrán que dice: quien no se embarca no se marea, o si no diste el salto, no sabes lo que pudiste haber ganado en experiencias, en relaciones con la gente (Contrario a la inamovibilidad, a la inacción).
Eso es lo que los expertos llaman zona de confort. Con ello no predico que seas un monje cerrado en tu celda. Lejos de ello. Has de ser dinámico, crear relaciones, llevar una auténtica sonrisa ( no una falsa realidad, una sonrisa fingida).
No te preocupes si ves gente que ya ha triunfado, si hay quien ha alcanzado la cima. Tu serás el siguiente siempre que tengas claro donde vas a ir.
Por eso, emprendedor, emprendedores, decir mañana es tarde, porque puede inundarte la duda, la inseguridad.
Lo expongo con otro viejo proverbio, ante la inacción: el movimiento se demuestra andando, caminando. Puedes tener muchas ideas en el papel, pero si no te lanzas, lo tuyo seguro que no era emprender.