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Lo que Pasapalabra me enseñó del mundo de la empresa

Hace unos días, un padre de familia de 42 años, en paro, se llevaba el mayor premio que ha entregado un concurso de televisión. Juanpe, que así se llama, se llevaba el 1.674.000 euros del bote de Pasapalabra.

Ya hay voces que dicen que si es un montaje, que en realidad es un actor... La verdad es que me da igual. No se si esas voces responden a ese sentimiento llamado envidia, que aparece cada vez que otro consigue algo que anhelamos, o por contra tienen algo de fundamento. Me da lo mismo. Lo que me importa es lo que podemos aprender de todo esto.

Si en lugar de buscar motivos que logren el descrédito del que ha conseguido algo, usásemos la envidia como motivación, para llegar donde otros ya han llegado, otro gallo nos cantaría a las Pymes españolas. Que a alguien le va bien con la tienda de congelados que ha montado, ¡hale!, pues yo monto otra. A ser posible en frente y aunque no tenga ni idea de ese negocio. Nooooo, hombre, no. El éxito no lo da el producto, sino el modelo de negocio. Aprende cómo lo ha hecho y busca si puedes aplicar algo de lo aprendido a lo que a ti te gusta, te mueve, te motiva. Hay más probabilidades de éxito reinventando que copiando.

Pero esto no es lo único que podemos aprender de este éxito televisivo. Hay más. El ahora popular concursante era un operador de grúa en paro. Potencialmente, era un ganador de Pasapalabra cuando día a día trabajaba manejando la grúa. Pero no lo fue hasta años más tarde. Antes era la misma persona que hoy. Quiero decir con esto que Juanpe tenía el talento necesario para lograr la gesta. Pero no basta con tenerlo, hay que desarrollarlo... Por cierto, algo muy en línea con lo que ha escrito hace poco el presentador de ese programa. Ya tenemos la primera lección: TALENTO. Todos lo tenemos para algo, pero si no lo descubrimos ni lo desarrollamos ¿de qué sirve? ¿Qué sabéis hacer tú y tu empresa especialmente bien?

Fue cuando Juanpe estaba en paro, cuando veía el programa, y pensó que podría conseguir el Rosco. Ahí está la segunda lección: OBJETIVO. Tienes que marcarte una meta. Una que te motive. Su objetivo no era ir al programa, sino ganarlo. Luego ya, que lo consiga o no es otra cosa. Porque tener un objetivo no te garantiza su logro. ¡Cuántas pequeñas empresas mueren porque no saben ni por qué existen, ni a dónde van!

Y viene la tercera lección: ESTRATEGIA. Estudió diccionarios, enciclopedias y fue a este y a otros concursos para ver el ambiente del plató. Para descubrir lo que se siente allí antes de ser concursante. Para aprender a controlar los nervios y a sacar lo mejor de sí en una situación de alta tensión. Vamos, lo que viene a ser una estrategia teniendo en cuenta todos los factores. Además de una meta, hay que trazar un camino para llegar a ella. Y teniendo en cuenta todo lo que puede influir en su consecución. Pero... ¿trazar un camino, o sea, tener una estrategia te garantiza lograr la meta? Tampoco. Solo te garantiza que te vas a quedar más cerca de conseguirlo que si no la tienes.

Y por eso viene la cuarta lección: VOLUNTAD Y PACIENCIA. Si la estrategia garantizase el logro, este concursante hubiese ganado el Rosco el primer día. Porque es más que evidente que el plan era bueno, lo consiguió. Pero la estrategia, cuanto mejor sea, más cerca te deja, no te garantiza llegar. Veinticuatro participaciones en el programa quedándose muy cerca. Sin estrategia, seguro que no se hubiese acercado tanto.

Es la paciencia, la voluntad y su consecuencia, la constancia, las que te hacen rozarlo. Hasta que un día, tanto, tanto, lo rozas, que lo tocas. Y después de tocarlo lo agarras. Y cuando lo agarras, ya no se escapa. Es tuyo.

Lo malo es... cuando queremos agarrarlo sin haberlo rozado antes. Lo malo es cuando queremos el éxito sin trabajarlo. Cuando eso ocurre es cuando sentimos la envidia. Esa que nos lleva a destruir al otro, para quedar por encima... Cuando en realidad, ...a lo que te lleva es a quedar aún más por debajo.

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