Durante estos últimos años, hemos asistido a la sustitución de la palabra “empresario” por otro vocablo de corte mucho más creativo, dinámico e ilusionante para aquellos que se tienen por tal: “emprendedor”.
Ciertamente, los eufemismos, o la manera de no llamar a las cosas por su nombre, son un fenómeno lingüístico de plena actualidad y no sería descabellado pensar que muchos de nuestros males provienen precisamente de ahí, de no llamar a las cosas por su nombre.
Hay numerosos artículos en Internet que, siguiendo esta corriente, enumeran una interminable relación de supuestas diferencias entre las palabras emprendedor y empresario. Pero, en no pocas ocasiones, se tratan de diferencias creadas e inventadas para alumbrar un término que sustituya al tan demonizado empresario en España. Y, a la luz de los hechos, se va consiguiendo. El emprendedor está de moda. El empresario, no.
La realidad, en cambio, es bien distinta. Todos los empresarios son emprendedores. La RAE define como emprendedor a aquella persona que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas. Asimismo, la Real Academia de la Lengua Española define "emprender" como acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro. ¡Que alguien le diga a algún empresario si no ha tenido que enfrentarse a momentos difíciles en el ejercicio de su actividad empresarial!
En cualquier caso, los rasgos fundamentales e inherentes a estas dos figuras –emprendedor y empresario, o viceversa– son:
Un empresario (y un emprendedor) es una persona que tiene una idea y la lleva a cabo. Esta idea tiene como objetivo satisfacer una necesidad –personal: de realización, autoempleo, etc. – y de otros consumidores.
El empresario puede ser individual o rodearse de un equipo de personas para desempeñar la actividad económica y generar valor.
Un buen empresario (y emprendedor) debe estar al tanto de todos los aspectos de su empresa.
El uso continuado de conceptos como emprendedor, emprendimiento, incubadora o lanzadera sin el adecuado rigor, en lugar de los de iniciativa empresarial, de una parte, y de actividades destinadas a su apoyo, financiación, impulso y fomento, de otra, puede conducir a resultados no deseados, si con ello se pretende contraponer una presunta bondad del emprendedor frente a la supuesta maldad del empresario.