Después de unas semanas de ausencia en las que he estado a tope con la promoción de mi primera novela "El informe Müller" y el próximo lanzamiento en octubre de la segunda, "La suave superficie de la culata", vuelvo a este rincón de Todostartups a hablaros de las apps de los emprendedores.
Las “apps” (diminituvo del inglés “applications”) son aplicaciones destinadas a tablets (iPad o equipos Android) o a teléfonos tipo Smartphone, y están muy de moda. Tanto que no hay mes que no reciba alguna novedad sobre un proyecto de unos chicos que tienen en mente una app para desarrollar y lanzar al mercado.
En todos estos casos la aplicación que te cuentan es una herramienta tan útil y sencilla que parece mentira que hayamos sido capaces de vivir sin ella durante todos estos años. Y no lo digo en broma. Algunas apps cuyos proyectos he visto son auténticas joyas en cuanto al problema que resuelven. Otras satisfacen necesidades menos imperiosas, pero de una manera eficiente y, en ocasiones, divertida. Confieso que rara vez he asistido a la presentación de una aplicación y me he quedado pensando: “¿y esto para qué?”.
Todas, repito, todas las apps nacen así desde una perspectiva de usuario y por ello, al verlas como usuarios potenciales, quedamos prendados de ellas. Pero ojo. Llega el momento de hacer que esa app se convierta en un “negocio” y nos permita obtener caja. Y ahí vienen los problemas. Nuestra app es un juguete perfecto pero de ella no sacamos ni un euro.
A la capacidad de que un modelo de negocio genere caja se la está llamando recientemente “monetizar”. Y las apps no se monetizan. No generan billetes y monedas para los emprendedores. ¿Qué está pasando?
Hay tres casos.
Primera: el modelo de negocio prevé el pago de los usuarios:
Aquí nos encontramos con algo curioso. Da igual lo buena que sea tu app: los usuarios siempre la encontrarán cara. Y no hay mejor ejemplo que “Whatsapp”. ¿No os parece alucinante que la gente se queje de que una aplicación que usan a diario como Whatsapp pase a costar 0,89 euros? Hablamos de la misma gente que luego se gasta dos o tres euros en llamar a Gran Hermano para que echen de la casa al/la pedorro/a de turno. Mal vamos por ahí.
Segunda: el modelo de negocio prevé que paguen empresas, pero no usuarios:
Por ejemplo, una app que favorece un mejor servicio postventa de, por ejemplo, una cadena de electrodomésticos. Los emprendedores piensan: “la empresa estará interesada en dar mejor servicio a sus clientes, luego éstos no nos pagan por la app. Que pague la empresa”. Este caso es un ejemplo clarísimo de modelo de negocio que nace viciado al provenir únicamente de la experiencia del usuario, cuando en realidad debería provenir de la necesidad y voluntad de pago que tenga la tienda de electrodomésticos en cuestión (en realidad, poca voluntad como demuestra la práctica). En estos casos tenemos apps maravillosas guardadas en un cajón en espera de empresas que vengan a pagarlas para darlas a sus clientes.
Tercera: el modelo de negocio se basa en la publicidad:
Aquí caemos en la maldición de los grandes números. Tú necesitas dinero, y el que te paga publicidad quiere audiencia a cambio de su dinero. Pero para que tú tengas audiencia necesitas dinero para invertir y conseguirla. Tenemos un círculo vicioso sin fin.
Alguien vendrá a darme multitud de apps que salieron de las tres trampas que he descrito. Por supuesto que hay ejemplos. Muchos. Pero también hay infinidad de casos que murieron en la orilla.
Igual que un buen producto no crea una buena empresa, una buena app no te trae dinero a casa. Es el modelo de negocio el que lo hace, y por ello seguro que existen apps cutres y chungas que sin embargo hacen ganar mucho dinero a sus propietarios. Esa gente sí ha comprendido de qué va el juego. Se basan en el modelo, no en el arte. No es suficiente con ser un artista de las apps. Hay que ser empresario.