5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente. Lo que me recuerda una pregunta que me hicieron hace escasamente una semana tras una conferencia. En ella, un asistente me decía que dada mi experiencia en tendencias emergentes (emergente hoy, no cuando empecé hace ocho años) como el neuromarketing, qué opinaba acerca de otras, como el llamado marketing 3.0 o la Responsabilidad Social Corporativa.
Me ha parecido interesante, dedicar mi colaboración de esta semana a compartir con vosotros aquella respuesta.
En primer lugar no creo que ni la RSC ni el Marketing 3.0 sean simplemente tendencias. Es un problema de concepto. No hace mucho tiempo se entendía una empresa como una entidad que proveía de productos y servicios a un mercado que los necesita y está dispuesto a pagar por ellos.
Bien, esta definición ha cambiado. Una empresa del siglo XXI no es una entidad, es un grupo de personas. Igualmente, un mercado es un grupo de personas. Con lo que la definición de empresa quedaría: Grupo de personas que ofrece productos y servicios que cubren necesidades en otro grupo de personas (clientes) que están dispuestos a dar algo a cambio de ellos.
O sea, la empresa es un grupo de personas que existe por y para otro grupo de personas. Y como grupo de personas que es, debe pensar y preocuparse en temas de los que se preocupan las personas. El cuidado por el Medio Ambiente, la responsabilidad con el resto de personas que nos rodea es algo que va con el propio hombre, con las personas.
Por eso no creo que ni el Marketing 3.0 ni la RSC sean simplemente modas. La empresa que lo entienda como una moda y por eso invierte en ello, pensando que mañana será en otra cosa, esa empresa está muerta.
Muerta porque no va a ser capaz de adaptarse a los cambios que ya están viniendo. Si una empresa no es capaz de entender que es un grupo de personas y que, por tanto, debe actuar como tal y así deben, también, comportarse sus empleados, difícilmente va a saber orientarse al cliente o avanzar al ritmo del grupo de personas para el que vive.
Antes eran las empresas las que marcaban el ritmo y hoy son los clientes, como debe ser, por otra parte. Si una empresa vive porque tiene clientes, lo lógico es que el que tenga la sartén por el mango sea este. Es lo natural. Y en esta vida los modelos que perduran son los naturales. Los que no lo son tienen una duración limitada.
Me decía un empresario el otro día que se está empezando a preocupar por lo que viven sus empleados dentro de la empresa. Bueno, más vale tarde que nunca, pero a buenas horas. No es que una empresa tenga que preocuparse por lo que viven sus empleados, no. Es que una empresa SON sus empleados. Por lo tanto no hay que hacerles vivir nada. Simplemente hay que dejarles vivir.
Lo que antes se denominaba empresa, sus directivos, hoy tienen una función muy diferente: Liderar. Y liderar significa ser fuente de inspiración y motivación, no hacer vivir nada. La gente ya vive sin que otro se lo proponga.