Entiendo que un axioma para todos nosotros es que “el kWh más eficiente y más rentable es el que no se genera”. Las razones que nos pueden llevar a cada uno de nosotros para estar de acuerdo con este principio pueden ser variadas.
En estos momentos de crisis a todos nos duele especialmente que nos “rasquen el bolsillo”, por lo que en la medida que podamos encontrar fórmulas por las que evitemos pagar por un consumible como la energía, cuyo precio está aumentando e inexorablemente lo va a seguir haciendo en el futuro, estas debieran ser aplaudidas.
Otras razones pueden ser menos materialistas y más idealistas y están ligadas a las emisiones de CO2 y en consecuencia el mundo marcado con una huella negra que dejaríamos a nuestros hijos y a nuestros nietos si no cambiamos de modelo energético.
Mi creencia es que ambos objetivos de pagar menos por nuestra energía y dejar un mundo más limpio se pueden lograr asimismo con un uso racional de las energías renovables, pero dejaremos este controvertido asunto quizás para mi próximo “post”. De lo que no cabe duda es que si conseguimos disminuir la utilización de energía sin menoscabar los resultados y nuestro estado de bienestar, estaremos consiguiendo una sociedad más próspera y comprometida con el medio ambiente. Y ello se llama Eficiencia Energética.
La necesidad de poner en marcha una política energéticamente eficiente es especialmente necesaria en España, país donde adicionalmente a nuestra dependencia de combustibles fósiles que provienen del exterior, la intensidad energética (energía necesaria para producir una unidad de PIB) se encuentra en la franja alta de los países europeos.
Llegados a este punto, nos encontramos con la sempiterna pregunta: si la eficiencia energética es tan beneficiosa a nivel económico y medioambiental, ¿por qué las mejoras son tan tímidas y espaciadas en el tiempo, tal y como se constató en el I Encuentro Mundial de Eficiencia Energética celebrado en Madrid el pasado mes de octubre?
Las respuestas pueden ser varias, pero me gustaría centrarme en la que tiene que ver con la dificultad para obtener los recursos económicos necesarios para ejecutar las inversiones requeridas para algunas medidas (ojo: sólo algunas, porque otras como pueden ser apagar las luces de nuestra casa u oficina cuando no estamos presentes no son más que fruto de la desidia y sinrazón). En España, a falta de liquidez de crédito, una de las fórmulas para financiar esas inversiones puede ser a través de las empresas de servicios energéticos (ESE).
¿Y qué es una ESE? Se entiende que las ESE son personas físicas o jurídicas que pueden prestar servicios energéticos en las instalaciones del usuario, asumiendo las inversiones y retornando su inversión en base a los ahorros conseguidos en el usuario. En principio, el usuario no obtiene más que ventajas con este sistema, ya que no acomete la inversión y únicamente cede parcialmente los ahorros conseguidos. Sin embargo, a nivel español, tras registrar unos ritmos de crecimiento en torno al 10% en 2011, es muy probable que en 2012 no se haya alcanzado el crecimiento esperado del 7%. En consecuencia, ¿cuáles son las barreras que las ESE debieran ser capaces de derribar para consolidarse como en otros países de referencia en esta materia (Alemania –donde al año se realizan más de 100.000 proyectos-, Francia o Reino Unido)?
Una de esas barreras es que muchas instituciones y empresas de nuestro país desconocen qué es una ESE y qué les puede ofrecer. En este contexto el papel de las administraciones públicas es clave y me alegra saber que el Gobierno de Navarra, a través de su Departamento de Economía, Hacienda, Industria y Empleo haya lanzado en febrero 2013 la “Guía práctica de contratación de servicios energéticos con garantía de ahorro”.
Asimismo considero necesario que las administraciones públicas apuesten definitivamente por el modelo ESE y a modo ejemplarizante saquen a concurso más edificios públicos que los realizados hasta ahora. En ese sentido en Navarra también se está trabajando para ello.
La otra gran barrera es la financiación de proyectos. En España, las instituciones financieras tienen todavía muy poca experiencia en el mercado de la eficiencia energética, por lo que vincular los productos financieros a un modelo basado en estimaciones de ahorros energéticos todavía genera desconfianza. Iniciativas como el lanzamiento de fondos especializados en la financiación de las ESE y el capital riesgo son instrumentos que pueden ayudar a paliar esa debilidad en tanto en cuanto las entidades financieras se muestran reacias a prestar su apoyo.
De igual manera, la cuantificación de los ahorros no resulta siempre una tarea sencilla de realizar. No basta con medir los consumos antes y después de la ejecución de las medidas, ya que elementos externos (como la variación de los horarios de uso, de las condiciones climatológicas, del número de usuarios….) influyen en la evolución del consumo del cliente. Las ESE deben diseñar un plan, consensuado con el cliente, de medida y verificación (M&V) de los ahorros que ayude a cuantificar con la mayor exactitud el impacto real de las medidas de ahorro y eficiencia energética en el consumo del cliente, si realmente queremos que estas empresas tengan ritmos de crecimiento importantes en España.
Y por último ¿cuál es papel que Sodena puede y debe jugar en la actividad de la eficiencia energética y las ESE? Sin duda, apoyar financieramente esos proyectos cumpliendo con nuestro lema que “ningún proyecto bueno para Navarra deje de ver la luz por falta de financiación”.