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El empresario de la flauta

Hay dos tipos de éxitos: los éxitos “buscados” y los éxitos “encontrados”.

En la primera categoría se encuentran aquellas situaciones en las cuales el empresario ha sabido ser perseverante y seguir un plan detallado de trabajo e inversión. Quizá este éxito haya llegado tras superar varios varapalos, o incluso algún sonado fracaso. Con todo, después de mucho tiempo de ser paciente, los obstáculos quedaron atrás y el empresario obtuvo un merecido retorno.

Pero tenemos la segunda clase de éxito, la “encontrada”. En este caso, el empresario se encomendó únicamente a la suerte, tiró los dados una sola vez y, por una extraña alineación de los planetas, la suerte le sonrió. Estos empresarios no buscan el éxito, sino que simplemente lo encuentran.

Recuerdo que hace unos años hablé con un amigo de una empresa que yo estaba analizando para proponerles una alianza.

Mi amigo me decía que esta empresa no solía aceptar el tipo de relaciones a largo plazo que yo ofrecía, pues su modo de actuar era el siguiente: ponía su maquinaria en marcha durante unos días, veía si aquel movimiento salía bien y, en caso negativo, mataba todo y se olvidaba por completo del tema. Ni siquiera se molestaba en analizar por qué no había funcionado.

Este esquema a mí me recuerda la fábula del burro flautista. El burro resopla por unos matorrales de manera arbitraria y consigue hacer sonar una flauta que allí había abandonada. El burro, sorprendido, se piensa que es un gran flautista.

El empresario que destina un mínimo esfuerzo a determinado proyecto esperando que la suerte haga el resto está abocado a dos situaciones. Lo normal es que salga mal, pero en este caso la pérdida es reducidísima. Merecía la pena intentarlo, piensa. Pero atención: si tiene suerte y la cosa funciona, el ROI (return on investment, retorno de la inversión) es altísimo, por cuanto la inversión prácticamente no existió.

Os sorprendería saber la cantidad de empresarios flautistas que tenemos en España. Hablo de gente que hace multitud de cosas pequeñas sin invertir y sin creer en ellas esperando que suene la flauta. En algunos casos esa mentalidad está incrustada en el ADN. Hace unos días un amigo me preguntó extrañado por qué yo continuaba perseverando en determinado proyecto que a las primeras de cambio no estaba dando el resultado esperado. “Es normal que sea así, es preciso ser pacientes al principio”, decía yo. Mi interlocutor no salía de su asombro.

En este mismo blog yo he mantenido que cuando un negocio no progresa hay que matarlo. Pero ojo: no confundamos el hecho de que una empresa no tenga recorrido, lo cual sólo puede saberse después de haber atacado el mercado de forma decidida, con el hecho de que simplemente no hemos terminado de realizar las acciones e inversiones oportunas para probar nuestro modelo de negocio.

Y es que los modelos de negocio muy rara vez te ofrecen un resultado espectacular a las primeras de cambio y con una dedicación limitada por tu parte.

Eso puede ocurrir, pero si sucede es debido únicamente a que alguien dejó olvidada por algún lado una flauta y tú, resoplando caprichosamente aquí y allá, diste con ella sin pretenderlo.

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