Este artículo es una reflexión más sobre un tema que hoy ya se ha convertido en algo cotidiano. Por ello su tratamiento empieza a adquirir tintes manidos que más que iluminar, terminan por confundir al lector.
Es frecuente encontrar planteamientos optimistas en la literatura al respecto (y lo admito, a veces los propios pueden dar esa sensación).
Planteamientos que nada tienen que ver con la realidad, como si el emprendedor, por el mero hecho de serlo, se convirtiese en un ser libre, feliz y capaz de transformar cada situación en oportunidad de negocio, riqueza y bienestar personal. Los que llevamos tiempo en ese mundo sabemos que esto no es así.
También es muy habitual que los autores sobre temas de emprendimiento jamás lo hayan sido y por eso el lenguaje utilizado se convierte en bucólico y pastoril, como si de un libreto de hadas se tratase. Estos autores que con frecuencia se convierten en escritores de éxito terminan por creerse proféticos y al final sus argumentos no pasan de ser novelísticos y transformase en mensajes de autoayuda.
Al contrario, emprender requiere una casi exagerada capacidad de trabajo y esfuerzo, así como predisposición al riesgo, y, de no estar íntimamente preparado, son más frecuentes los devenires, las dificultades y eventualmente los fracasos, (cuidado con esta palabra que me prohíbe mi religión), que el éxito.
Lo primero que debe tener claro la persona para ser feliz es qué sentido quiere darle a su vida como sujeto libre, capaz de pensar y sobrevivir, consciente de que éxito y fracaso son impostores a los que hay que tratar de igual forma. Y a continuación ha de definir exactamente qué significa el éxito para él o ella: difícilmente llegarás a un lugar que no sabes dónde está ni cómo se llama.
Ser emprendedor requiere recursos, habilidades y capacidades específicas, que si bien todo el mundo puede tener, no todo el mundo desarrolla. Hay quienes piensan que la capacidad de trabajo, la perseverancia y la experiencia en el campo en que se quiere emprender es suficiente para lograr el éxito. Sin embargo esto es una verdad a medias. Existen múltiples factores que determinan tanto el trayecto como el punto de llegada (y de partida).
A lo largo del camino serán determinantes esas cualidades mencionadas, así como los recursos de cada cual para ser capaz de superar obstáculos, mediante la creatividad; recursos para eliminar barreras como el miedo y la incertidumbre; recursos para mantenerse enfocado, como la motivación intrínseca del ser humano; y un largo etc.
La pasión por lo que se hace entra en juego a mitad del trayecto, y será definitiva en el logro o el fracaso ya que influye de forma definitiva en esa motivación.
Es esencial darse cuenta de que sin algún tipo de ayuda, es muy complicado salvar todos esos obstáculos, pues los seres humanos solemos tener un pequeño defecto: vemos la realidad desde nuestro punto de vista unilateral, desde, como yo la llamo, “nuestra pequeña parcela del mundo”.
La tarea de simplemente tomar conciencia de que hay múltiples interpretaciones de las mismas realidades resulta complejo, así como de hacer conscientes conductas, creencias y comportamientos propios que nos están limitando a la hora de conseguir e incluso identificar lo que verdaderamente deseamos.
Uno de los objetivos del Coaching es precisamente hacer aflorar esos recursos y esa toma de conciencia más rápida y eficazmente de lo que una persona podría hacerlo sin ayuda.
El Coaching para Emprendedores es extremadamente eficaz a la hora de identificar los objetivos que estén en línea con nuestros valores más profundos y después de plantear esos objetivos, definirlos y trazar un plan de acción que tenga en cuenta los posibles inconvenientes y adversidades que se pueden presentar en el camino y que desemboque en la consecución de esas metas.
Alcanzar el éxito no es fácil, ni siquiera la mitad de fácil. Aunque dispongas de muchos recursos personales necesarios, aunque inicies una actividad por la que sientes verdadera pasión, aunque poseas muchas de esas cualidades necesarias, lo esencial es definir tus cimientos primero y después saber determinar el lugar exacto adonde quieres llegar, ser consciente de que habrá momentos de duda en los que desearás tirarlo todo por la borda y tener la fortaleza y la confianza suficientes para no hacerlo.
Siempre digo que la palabra fracaso no está en mi vocabulario (aunque para escribir la tenga que usar) porque para mí no existe tal cosa, a no ser que se tire la toalla. Eso sí es un fracaso: claudicar ante la adversidad.