Todos sabemos que los comienzos siempre son difíciles, y más en estos duros momentos en los que nos encontramos.
Si ya de por sí no es fácil tener la determinación de poner en marcha y llevar a la práctica un proyecto que tienes en la cabeza, las restricciones económicas se han acentuado, siendo más complicado acceder al crédito y haciendo que las consecuencias negativas si las cosas no van como se esperaban sean mayores.
Aunque sí es cierto que últimamente se está poniendo alguna medida para promover el emprendimiento, como la “tarifa plana” de 50 euros durante seis meses en las cotizaciones a la Seguridad Social, algo que puede servir de incentivo para que mucha gente se atreva a dar el paso adelante.
Dicho esto, afortunadamente existen varias opciones que pueden ayudar en gran medida a la actividad del emprendedor, y una de ellas es aprovecharse del coworking.
Mediante esta práctica, tanto gente que empieza, como profesionales independientes como algunas Pymes pueden confluir en un mismo espacio de trabajo (un centro de negocios por ejemplo), y de esa forma establecer relaciones entre ellos y generar sinergias, tanto entre empresas de un mismo sector como de sectores distintos, avanzando más rápidamente en sus proyectos individuales e incluso potenciando proyectos conjuntos de futuro, es decir, creando entre todos un fuerte networking (como nos gustan los anglicismos).
El rendimiento laboral aumenta en cualquiera de los casos, potenciado además por estar dentro de un gran ambiente de trabajo que motiva y hace aumentar la productividad.
Igualmente, en el apartado económico supone una gran ventaja ya que hay una serie de costes que van a ser compartidos, además de ser ya provisto del material necesario en la mayoría de los casos, desde ordenadores hasta fotocopiadoras. Por lo tanto, desde este punto de vista ya se convierte en una opción a valorar.
Esta práctica nació en EEUU, donde actualmente se haya muy extendida, basado en la idea de por qué no juntarse en determinados lugares todas aquellas personas que realizaban su actividad desde casa y así beneficiarse unos de otros. Parece que esta práctica poco a poco se va introduciendo en nuestro país, favorecido en gran medida por la situación económica actual.
Por ello habrá que ver si una vez pasados estos años de vacas flacas, este sistema de trabajo perdura y se convierte en una alternativa a la forma de trabajar de las empresas o simplemente se queda en una respuesta forzada ante la crisis.