En España ocurre algo divertidísimo: todo el mundo idealiza al emprendedor, a quien se llama a menudo desde la clase política para reclamarle que salve a España del paro y la pobreza. Pero cuando ese mismo emprendedor tiene éxito y se convierte en un empresario, pasa al bando de los malos malísimos porque “sólo busca el beneficio”.
Como si el emprendedor buscase las pérdidas que desgraciadamente le asolan al principio.
Lamentablemente, son pocos los emprendedores que tienen éxito, y en bastantes ocasiones no con su primera empresa, sino con la segunda o incluso la tercera. Hace un tiempo leí un artículo sobre futbolistas arruinados. De hecho, parece que la mitad de los héroes del fútbol terminan con una mano detrás y otra delante.
La historia no tendría aquí mucha importancia si no fuese porque recientemente he conocido un episodio similar de un emprendedor que vendió su empresa por un pastón y ahora anda echando currículos de manera desesperada.
La razón financiera por la que se dan este tipo de situaciones consiste en confundir “renta” con “patrimonio”. Aquí defino “renta” como un rendimiento regular de una actividad o inversión con vocación indefinida. “Patrimonio” lo reservo a entradas ocasionales de efectivo. La renta, una vez deducida una parte a ahorro, puedes gastarla en bienes y servicios de consumo. El patrimonio siempre debe invertirse.
Cuando el emprendedor vende su startup lo que recibe no es entonces una renta, pues ese flujo de caja no tendrá una continuación regular derivada de una actividad o una inversión. Es “patrimonio”, y el patrimonio no debe gastarse sino invertirse, salvo que su propietario haga frente a estrecheces económicas importantes.
Los futbolistas comenten el error de considerar sus cobros como rentas ilimitadas. Es cierto que sus sueldos y contratos mientras están en activo son rentas a efectos fiscales. Pero su naturaleza parece más bien la de patrimonio, en el sentido definido anteriormente, por cuanto tendrá una duración limitada en el tiempo.
Los intereses y frutos que consigan de las inversiones realizadas con sus emolumentos sí serían financieramente una renta y si adaptan su tren de vida a tales ingresos entonces el futbolista tendrá su vida resuelta cuando cuelgue las botas.
El emprendedor de éxito que vende su empresa debe hacer lo mismo. El precio que obtiene debe invertirlo de manera juiciosa. Sólo las rentas de tales inversiones serían susceptibles de ser gastadas de modo corriente. De lo contrario, habrá dilapidado su patrimonio.
Espero que esta breve nota sea útil. Por mi parte sigo entregado a la causa de “El informe Müller”. ¿Habéis podido ya echarle un vistazo? Entrad en www.elinformemuller.com y espero vuestros comentarios.