El inicio del camino de innovar y emprender consiste en traducir la idea original en una propuesta de valor, la cual se adaptará a los requerimientos o necesidades de los clientes y usuarios para que, al final del proceso, logre capturar una participación aceptable del mercado objetivo o sirva el propósito social para el cual fue diseñado.
En la vida real esta ruta no es lineal ni continua. Es, como mencionábamos en uno de los artículos anteriores, un ciclo de experiencias de diseño, validación y ajustes -tipo ensayo y error- de la propuesta de valor y su modelo de negocio.
La razón de este comportamiento está íntimamente asociada a la naturaleza innovadora de la propuesta de valor: Mientras más disruptiva sea la idea; mayor será la resistencia de los clientes potenciales a experimentar con el producto o servicio propuesto.
De manera que los fundadores y gerentes del equipo emprendedor tienen que estar preparados para liderar un proceso complejo de toma de decisiones, en un ambiente de incertidumbre -y de un sano conflicto de intereses- entre los equipos de trabajo a los cuales se han delegado las tareas del plan de negocio.
Y es aquí donde surge la necesidad de la visión, necesaria para garantizar el logro del objetivo final, entendida, no sólo como la imagen que inspira al emprendedor: condición necesaria para el éxito de la gestión... pero no suficiente. La visión del emprendedor exitoso requiere un componente adicional: la capacidad de identificar las barreras que bloquean el camino crítico, en la ruta de desarrollo, de una propuesta de valor a un producto o servicio final.
Esta visión, con los dos componentes claves antes mencionados, se conoce como visión de conjunto, y se adquiere a lo largo del continuo proceso de aprendizaje que representa una experiencia de emprendimiento. Entre los especialistas de RRHH, la visión de conjunto se compara con la capacidad del caminante de observar el bosque, sin perder de vista los árboles que lo rodean.
Es una habilidad gerencial que desarrollamos, en la medida en que somos capaces de abstraernos de los detalles insignificantes, para concentrarnos en el logro de los hitos: identificados como las piedras angulares, las actividades clave, requeridas para el lanzamiento exitoso del producto o servicio final.