Pocas cosas creemos que nos sorprenden en estos tiempos. Sin embargo, esta semana una noticia ha dado la vuelta al mundo. Me estoy refiriendo a la renuncia del Papa a su Pontificado alegando "falta de fuerzas".
Noticia que sorprende porque este hecho no ocurría desde hacía varios siglos. También, dicho sea de paso, por lo poco acostumbrados que estamos a las dimisiones y a las renuncias.
Tiempos, dice el Papa, que requieren una fuerza que ya no tiene. Su avanzada edad las ha mermado.
Y es que como dice el refrán: "Una retirada a tiempo es una victoria". Los emprendedores natos son personas hechas de una pasta especial. Gente muy constante, con una paciencia a prueba de bombas y un motor muy fuerte cuya gasolina es la ilusión.
Pero precisamente esa fuerza y constancia fuera de lo normal que al principio no solo es buena sino que es imprescindible. Precisamente ese potente motor, puede jugar una mala pasada cuando el proyecto es ya una empresa más madura.
Los lazos sentimentales y emocionales que unen al emprendedor con su empresa y con su equipo inicial son, por regla general, muy fuertes. Tanto, que dificulta la llegada de nuevas personas capaces de darles el giro que la empresa necesita en esta fase avanzada.
Son muchos los emprendedores que después de haber conseguido lo más difícil, construir una empresa estable y madura a partir de una idea, ven como su proyecto se va desmoronando poco a poco. Ven como las cifras se deterioran y el proyecto se tambalea, en muchos casos, por no ser capaces de controlarlo todo.
Y es que los emprendedores natos son seres de otro planeta. Personas cuyas ideas, constancia y capacidad para convertir proyectos en modelos viables de negocio son admirables. Son casi extraterrestres, pero lo que nunca serán es omniscientes, omnipresentes ni todopoderosos.
Llega un momento en el proyecto que hay que dejar paso a personas que echen una mano. La labor del emprendedor debe seguir siendo la de liderar el proyecto. La de contagiar a los que tiene a su alrededor de esa ilusión que le ha movido a hacer lo que ha hecho desde la nada.
Pero liderar no es controlar. Lo mejor es atraer a los mejores y que se ilusionen contigo. A ser posible mejores que tú. Pero personas así no van a dar lo mejor de sí, si no tienen libertad y espacio para desarrollarse profesionalmente.
En los primeros momentos de una empresa la constancia y paciencia infinita del emprendedor son fundamentales. Pero cuando ya es empresa madura, una retirada a tiempo de algunas funciones en pro de liderar y no controlar, es una victoria.