¿A quién no le ha pasado por la cabeza la idea de montar su propio negocio? Los motivos pueden ser variados, desde poner en práctica una idea que nos parece novedosa y potencialmente rentable, hasta salir de un entorno de trabajo incómodo y apostar por ser tu propio jefe, pasando por obtener un cierto reconocimiento, mejorar tu posición financiera, tener libertad de horarios o, decididamente, demostrarte a ti mismo que puedes lograrlo.
Sea cual sea el motivo, y aún intuyendo que en tu propio negocio encontrarás una fuente virtualmente ilimitada de motivación, lo cierto es que la gran mayoría de posibles empresarios en España nunca llega a probar suerte, y eso son muy malas noticias.
¿Falta de espíritu emprendedor? Posiblemente, incluso de las carreras universitarias orientadas a la creación de empresas, o incluso de las escuelas de negocios, salen poquísimos emprendedores.
¿Miedo? Quizás podríamos denominarlo exceso de prudencia o aversión al riesgo, o posiblemente sea un problema cultural. En todo caso no es un término demasiado riguroso y habría que profundizar en sus orígenes.
¿Falta de recursos? No lo creo, ya que existen alternativas a los recursos propios incluso en la actual coyuntura de falta de liquidez y restricción del crédito. No hay más que darse un paseo por Internet y descubrir que hay empresas, asociaciones y particulares dispuestos a invertir en ideas de negocio bien explicadas y con perspectivas de éxito, aunque es cierto que a día de hoy existe un gran desconocimiento en este sentido que hace que muchos se desmotiven antes de empezar, ante la constatación de la escasez de dinero para activar la idea.
¿Exceso de burocracia? Muchos autores centran su crítica en los excesivos trámites, papeleo y complicaciones que requiere montar y mantener una empresa, pero dudo mucho que sea un motivo suficiente para acabar con la iniciativa del emprendedor ciertamente motivado.
Entonces ¿cuál es el problema para que un empresario en potencia, con una buena idea y espíritu emprendedor, no se lance a conquistar su futuro capitaneando su propia nave?
La cuestión da para una tesis, pero adelanto que en mi opinión hay dos factores fundamentales que paralizan el proceso: incultura emprendedora y falta de reconocimiento social e institucional del empresario. En ambos casos hay que dar un tirón de orejas –creo que merecido- a nuestro sistema educativo, poco orientado a dotar de herramientas básicas a posibles futuros empresarios e inclinado –cuando no dedicado- a fomentar una imagen negativa de la persona que arriesga sus recursos para crear algo nuevo y, llegado el caso, dar empleo a otras personas.
Es sencillo hacer la prueba, basta con preguntar a un amigo o a un familiar que esté descontento con su trabajo, por qué no se lanza a crear su propio negocio tomando como base su experiencia en un determinado sector, con más motivo aún si está en situación de desempleo. Unos dirán que no saben cómo hacerlo, otros se escudarán en que buscan seguridad –gran eufemismo, aunque para ello vivan frustrados en una celda de oro-, otros que no quieren complicarse la vida y los más sinceros reconocerán que no quieren arriesgar su tiempo y su dinero en algo incierto.
En todo caso no es un buen caldo de cultivo y sí un grave problema para una sociedad con una tasa de paro inasumible, como acertadamente recalcó el Rey Juan Carlos en su reciente discurso navideño, y es algo que antes o después tendremos que afrontar como nación, venciendo para ello inercias sociales y culturales, y apostando por políticas de medio y largo plazo que decididamente permitan desarrollar el tejido productivo, fomenten el empleo y mejoren las expectativas de las generaciones futuras.
Pero llegados a este punto déjame decirte que hay buenas noticias. Porque en nuestra sociedad conviven personas con buenas ideas y personas dispuestas a financiar las buenas ideas. Porque muchos disfrutamos trabajando para desarrollar nuevos proyectos y nuevas empresas, y no dudamos ni un instante en que, realmente, merece la pena apostar por ello.
Aunque a veces duermas poco, aunque a veces te caigas y tengas que volver a iniciar la carrera de despegue, sin ninguna duda experimentas una enorme satisfacción con cada pequeño logro, porque es tu creación y tu pasión lo que está en juego, tu apuesta personal, la posibilidad de expresar a la sociedad que tienes mucho que aportar y demostrar que puedes lograrlo con tenacidad, inteligencia, sentido común y, llegado el caso, con el mejor equipo humano que te respalda y te sigue porque cree en tu proyecto tanto como tú mismo o incluso más.
Conseguirlo no es sencillo, ni te asegura una jubilación dorada, pero la verdadera satisfacción está en el camino, en las victorias y en las derrotas, en el aprendizaje y en definitiva, en el proceso de transformación de la idea en una realidad empresarial rentable, viva, apasionante y esencialmente motivadora.
Director General de San Juan Ingenieros