Las ideas no siempre salen como uno piensa. Y ello no siempre es debido a una mala planificación, a la que los emprendedores dedican grandes esfuerzos.
En ocasiones las ideas fracasan simplemente porque puestas en el mundo de las cosas reales no se comportan como deben. Es algo así como lanzar a una piscina llena de agua un barco de juguete hecho en casa y comprobar apesadumbrado que se hunde sin remedio.
La desgracia llega cuando esa comprobación de que la idea no sale como nosotros esperamos se produce después de gastarnos un dinero importante en inversiones y gastos. En tales casos el error sale caro. Muy caro. Y posiblemente ese precio nos impida tener una segunda oportunidad.
Evitar tales contratiempos es complicado, aunque desde siempre se considera la “prueba de concepto” como uno de los mecanismos más aptos para lograrlo.
Como puede deducirse de su nombre, la prueba de concepto no es más que la realización a un nivel menos ambicioso de la puesta en marcha de la iniciativa empresarial para comprobar su comportamiento en el mundo real que existe fuera de la cabeza del emprendedor.
Los ingenieros conocen sobradamente la prueba de concepto, pues ellos la realizan frecuentemente desde un punto de vista técnico. Si tu empresa es de base tecnológica, realizar un prototipo que te permita verificar que tu aparato cumple las expectativas que tienes sobre su funcionalidad es clave. Pero, atención, la prueba de concepto de la que yo hablo aquí va más allá.
Una verdadera prueba de concepto para emprendedores no debe reducirse únicamente a las características técnicas de tu producto. Si así fuese, una empresa de servicios que no tenga ningún contenido tecnológico no podría hacer una prueba de concepto, y esto no es así. Cualquier emprendedor puede y debe hacer una prueba de concepto. Porque la clave es que tu prueba de concepto debe permitirte testar todos y cada uno de los elementos de tu modelo de negocio. Ésa es la clave: probar tu modelo de negocio.
¿A qué me refiero? Lógicamente, cada emprendedor tendrá su propia realidad, pero en términos generales puedo afirmar que tu prueba de concepto debe contener al menos estos elementos:
Constatación de la necesidad que el cliente tiene de tu servicio.
Verificación de que tu solución es adecuada. Para ello debes comprobar los beneficios reales que el cliente obtiene de tu empresa.
Test de tu capacidad de distribución (es decir, de servir eficientemente tu solución).
Prueba piloto en un entorno real de tu solución.
Obtención de declaraciones de interés ciertas y escritas de clientes, bajo determinadas premisas como un precio cerrado y un plazo de entrega.
Verificación de disponibilidad de proveedores y su plazo de entrega.
Costes, costes, costes, costes.
Como ves, todos los apartados anteriores no se centran únicamente en que tu producto funcione técnicamente, sino en que verdaderamente haya un negocio sostenible detrás de él.
La prueba de concepto debe ser por definición más barata que un lanzamiento del negocio “en real” y por ello te permite medir la idoneidad de tu empresa con un menor riesgo.
No dejes de hacerla.