Empecé redactando este artículo con el objetivo de describir las distintas motivaciones que llevan a una persona a emprender y ver los pros y contras de cada uno de ellas. Al principio lancé la típica pregunta que siempre nos han hecho alguna vez en la vida: “el emprendedor, ¿nace o se hace?”, pero añadiendo un tercer elemento a la pregunta: “¿o surge por necesidad?”. Me explico.
Como todos sabemos, una persona puede poseer unas cualidades innatas para convertirse en un emprendedor/a, o bien puede adquirir determinadas habilidades a lo largo se vida profesional que le permitan constituir una empresa en el futuro.
Sin embargo en los últimos años, estamos asistiendo a un proceso emprendimiento por necesidad, es decir, personas que pierden su trabajo y dada la complicada situación del mercado laboral de este país, optan finalmente por crear una empresa
Conforme iba redactando, me iba acordando de proyectos empresariales en los que he trabajado, en las personas que promovían la idea empresarial, en sus motivaciones y sobre todo, en el resultado final. Y como buen gallego, me surgió una nueva pregunta: ¿Y qué más da? ¿Qué más da cuál sea la motivación?
Da igual que poseas un perfil de emprendedor nato (liderazgo, creatividad,…). Da igual que te formes a través de seminarios, Masters, etc. Da igual que tu idea empresarial surja de la experiencia que te da tu profesión. Da igual que decidas emprender porque te has quedado sin trabajo.
A lo largo de mi carrera profesional, me he encontrado con muchos y diversos casos de éxitos y fracasos. Y al final todo radica en la persona. Seguramente habéis escuchado la frase “dame un buen emprendedor con una idea mediocre antes que un emprendedor mediocre con una gran idea”.
Y es cierto.
Al final, la diferencia la marca tu capacidad para ser constante a lo largo de tu proyecto empresarial. El resto (asesoramiento, financiación, partners,…) lo acabarás logrando gracias a esa constancia y el trabajo bien hecho a través de un plan de negocio adecuado.
