En España, al igual que en otros lugares, se ha concedido siempre una gran importancia a la imagen de marca y el propio nombre. Por esa razón, mensajes como “vendemos en El Corte Inglés” o “somos partners de Microsoft”, son usados cotidianamente para dar más lustre a nuestra propia empresa. Estar emparentados con tan prestigiosos nombres nos otorga caché a nosotros mismos.
Ocurre sin embargo que en los momentos actuales en los que la crisis hace mella en todos, nada es ya lo que parece. Y en ocasiones cuando oigo decir a algunos emprendedores “hemos conseguido como cliente a XXX” (póngase en XXX cualquier empresa importante o gobierno autónomo o institución de todo tipo), uno no puede evitar pensar que quizá, después de todo, la noticia no es del todo buena.
Y es que ahora mismo, empresas e instituciones otrora ejemplos de honorabilidad y corrección se dejan arrastrar por las más ruines de las prácticas empresariales para arañar unos euros que más que enfadarte te causan vergüenza ajena. Algún lector habrá pensado en seguida en ese operador telefónico, compañía energética, aerolínea o gran distribuidor con el que haya tenido algún roce. Yo voy a relatar a modo de ejemplo algo que me ha ocurrido recientemente con el Colegio de Economistas de Madrid, institución a la que quizá aún quede alguien que conceda algún crédito.
Para vuestra referencia diré que son las personas que ahora se dedican a criticar a todo lo que se mueve pero que en sus balances de la revista Economistas del periodo 2001-2006 reflejaban una visión idílica de la marcha de la economía española. Es difícil ser coherente, y fácil subirse al carro del vencedor.
El caso es que decidí darme de baja como colegiado pues, si bien es cierto que el importe de la cuota no era alto, el valor percibido por mí a cambio de ese dinero llegó a ser nulo. Llamo por teléfono para preguntar cómo se realiza el proceso de baja y me dicen que se tiene que hacer por escrito. Remito pues un correo ordinario y, como suelo aconsejar siempre que alguien se da de baja de un servicio domiciliado, ordeno al banco que devuelva los recibos que lleguen en lo sucesivo para evitar cobros enviados “por error”. Pues bien, varios meses más tarde me llaman del Colegio para decirme que debo no sé cuántos euros por cuotas devueltas por el banco. Alego que envié mi carta de renuncia del modo solicitado y me dicen que “no les ha llegado”.
La historia es un poco más larga e incluye el cobro de una deuda que el Colegio tenía conmigo y que ellos se han negado a hacer efectiva. Sólo diré que el episodio ha sido bastante penoso, no ya por los pocos euros que el Colegio ha conseguido de manera injusta, sino porque para ello no ha dudado en proceder de manera indigna desconfiando de la palabra dada por un colegiado que dedicó su tiempo y esfuerzo a ayudarles en un trabajo que le fue solicitado sin él pedirlo.
Así pues mucha atención, emprendedores. El nombre solo no es garantía de nada. El éxito pasado no garantiza liquidez actual. Pedid referencias bancarias a quien os solicite crédito, documentad las deudas que contraigan terceros con vosotros. Sed cautos, lo cual no significa desconfiar, sino obrar con precaución ante posibles impagos o problemas.
A mí al final este asunto del Colegio me ha dado un poco de lástima. Allí lo tienen que estar pasando realmente mal para necesitar esos eurillos que son capaces de embolsarse con prácticas tan abyectas y despreciables. Allá ellos.