Media Europa está pendiente de la reunión que mantendrán Angela Merkel y Mariano Rajoy, y la del Banco Central Europeo. Y es que está en juego si el BCE comprará deuda de España e Italia y lo más importante, qué coste tendrá para nosotros esta medida, que puede hacer que nos financiemos a un precio razonable.
Hasta que decidan si compran deuda o no, todo el mundo a esperar. Inversores, gobiernos, todos esperando, todos expectantes.
Expectación, esa mezcla entre ilusión a que todo salga según lo previsto, miedo al precio a pagar o a no estar a la altura, con una pizca de nerviosismo al no estar el cien por cien del control de la situación en nuestras manos... Expectación, eso que conocen muy, muy bien todos los emprendedores.
El emprendedor vive permanentemente a la expectativa. Nunca tiene (ni tendrá) el control de todos los factores que afectan a su empresa. Es un quiero, puedo, pero a veces dudo si puedo, incluso si quiero. Media Europa está estos días a la expectativa, así que media Europa, está sintiendo lo que sienten, permanentemente, aquellos que han decidido crear una empresa.
Le guste o no, el emprendedor tiene que aprender a vivir así. Con la incertidumbre como compañera de viaje. El plan de empresa bien madurado es imprescindible, también buscar apoyos no solo económicos, también contactos. Las ayudas están bien, aunque ahora escasean, pero si te toca alguna, estupendo, un pequeño respiro. Todo es estupendo, pero el emprendedor también debería prepararse para ser amigo íntimo de la inquietud y de la duda.
Esa sensación que describía al principio, llega cuando la idea del proyecto aparece, pero llega para quedarse... Y no se va. Desde ese momento nos acompaña durante toda la vida. Si el proyecto se consolida y crece, a lo mejor disminuye un poco, pero nunca desaparece.
El emprendedor que no aprenda a vivir con la incertidumbre tiene poco futuro, emocionalmente hablando. La expectación tiene un poco de ilusión y ese debe ser un motor importante. El miedo es bueno que esté, el problema es cuando el miedo es a no tener algo seguro y eso supera a la ilusión. En ese momento el proyecto comienza a desvanecerse porque su motor, el emprendedor, empieza a hacer aguas.
Vivimos una época en la que muchos desempleados se convierten, casi por obligación, en emprendedores como única salida a su situación. El problema es cuando estos tienen una idea equivocada de lo que es ser emprendedor y mucho más de lo que es ser empresario. El problema es buscar la estabilidad en algo que es por naturaleza inestable.
Una empresa por muchos años que lleve en funcionamiento puede venirse abajo por mil causas. La estabilidad no existe para el emprendedor. Tenga el proyecto un mes, un año o diez.
Hay proyectos con mucho futuro, buenos equipos, que terminan fracasando porque el o los emprendedores no terminan de adaptarse a la convivencia con esa mezcla de sentimientos cruzados. El secreto para resistir no está en confiar en que un día tu empresa será grande y entonces será estable, porque eso no ocurrirá nunca (a los caídos por la crisis me remito como ejemplo). El secreto está en hacer de la incertidumbre, la inestabilidad y la expectación tus compañeras de viaje. Aprender a vivir con ellas.