Emprender o hacerse cargo de un negocio siempre es algo que a menudo puede desbordar a cualquier persona. Es por ello que uno de los primeros consejos que muchas veces se le da a un emprendedor es que no haga las cosas solo, que busque compañía, un equipo y personas con las que complementarse para repartir faenas de forma eficiente.
De este modo no se agota aquello que menos se valora durante la emprendeduría: el tiempo.
Si llevar una actividad laboral de forma independiente o con otros socios es complejo, esta situación se convierte en personal en el momento que pasamos a hablar de las conocidas empresas familiares.
A veces son negocios que se heredan o para los que las generaciones anteriores han preparado a sus descendientes. A veces, en cambio, son una herencia inesperada de la que no saben cómo hacerse cargo ni si verdaderamente quieren hacerse cargo.
En otras ocasiones, la propia familia puede querer llevar adelante un proyecto empresarial pero el miedo al fracaso, la duda por los pasos a seguir o el riesgo de perder los ahorros hace que no encuentren el momento de sentar las bases de lo que sería una empresa familiar como organización empresarial.
Para todo este tipo de situaciones existe una organización que no todo el mundo conoce como es el instituto de la empresa familiar, fundación sin ánimo de lucro que existe para apoyar, dar a conocer e impulsar los nuevos o ya existentes proyectos de empresa familiar.
La base de la institución de la empresa familiar es compartir la experiencia y conocimientos acumulados en este tipo de organización empresarial tan peculiar como es la formada entre integrantes de una propia familia.
La clave del éxito de estos proyectos en muchas ocasiones pasa por el establecimiento de protocolos de actuación que separen los sentimientos de la toma de decisiones, propiciando así que no se encallen decisiones críticas de corte estratégico por la falta de entendimiento o consenso entre familiares. Estos desacuerdos pueden llegar a paralizar la propia empresa, generando un clima de desconfianza y recelo que hace que a menudo la empresa entre en un periodo de pérdidas que puede provocar incluso el cierre final.
Otro punto en el que el instituto de la empresa familiar suele hacer hincapié es en el abandono del sentimiento limitante que suele coexistir en las empresas familiares, incapaces de imaginar sus productos o servicios más allá del barrio o región en la que operan. Una empresa familiar puede ser igualmente grande, y abarcar si el negocio es de calidad y competitivo, otros territorios incluso más allá de las fronteras a través de la exportación.
Los límites nos los marcamos nosotros mismos en la mayoría de situaciones, y emprender o gestionar una empresa familiar no significa reducir la ilusión de nuestros retos y miras. Esta es, junto a muchas otras que os invito a descubrir, una de las esencias del instituto de la empresa familiar y de cualquier proyecto empresarial.