Entre los grandes problemas a los que se enfrenta cualquier emprendedor a la hora de poner en marcha su proyecto, es el grado de aceptación, y por lo tanto los ingresos, que su idea le va a reportar.
Finalmente, todo esfuerzo, sacrificio, preparación y errores se plasman en algo tan poco romántico como una cuenta de resultados, un balance, etc. Y no se trata de hacer previsiones si no de saber si nuestra idea gusta al mercado, sigue siendo interesante, o quizás si no es demasiado pronto para que resulte interesante para nuestros clientes.
Y es que, en los últimos meses he percibido de muchos emprendedores, que sus productos o servicios son demasiado disruptivos para un mercado copado en su gran mayoría por pequeñas y medianas empresas, que o bien no están preparadas para aceptar un cambio en un modelo de negocio o una nueva forma de hacer las cosas; o realmente tienen concentrados sus recursos en áreas que consideran más importantes para su empresa.
En este caso, el “bajón moral” que se produce en una startup que tiene viabilidad, escalabilidad y potencial suficiente como para aportar algo a una economía necesitada de productos y procesos innovadores, es muy importante. Y no es tan difícil encontrarse con esta situación en un mercado laboral en el que la generación más preparada y cualificada posiblemente de la historia, no tiene oportunidades para poner en práctica lo aprendido, al encontrarse con situaciones como las indicadas.
Una posible solución viene de los esfuerzos que desde muchas empresas, grandes y con potencial, están llevando adelante para acercar la empresa a los emprendedores a través de la open innovation debería ser tomada como ejemplo por todo el tejido industrial y la administración; y ojala esta gran herramienta que es la innovación sea aplicada también para mejorar la competitividad de nuestras empresas y economía en general.
Otra solución es que apostando por la I+D+I esos desarrollos o innovaciones, fueran aprovechados por un sistema educativo, económico o de cualquier índole por todas las administraciones, materializando así el capital humano en el que durante los últimos años han invertido en la educación de esos jóvenes.
