En un mundo que no deja de demostrarnos cuánto dependemos -social y económicamente- unos de otros parece casi obvio que poder entenderse con cuantas más personas mejor, es una gran ventaja competitiva.
A priori, esta es una idea que no discutirá nadie, pero en nuestro día a día, son muchas las empresas que siguen pensando que por su actividad o por su tamaño no necesitan hablar inglés: “si solo somos dos o tres”, “si al final mis clientes son los de mi zona”, etc. Este tipo de ideas, que rondan la cabeza de muchos autónomos y pymes en España suponen un lastre para su desarrollo y crecimiento -cuando no para su supervivencia- del que ni siquiera son conscientes.
Empezando por algo tan sencillo como el acceso a la información, contar con un buen nivel de inglés supone ya una gran diferencia. Aunque es cierto que existe documentación disponible en español, parte de las convocatorias y ayudas que se ofrecen desde diversas entidades de la Unión Europea se publican prioritaria o exclusivamente en inglés.
En un ámbito más cotidiano, el poder adquirir bienes y servicios útiles para nuestra propia actividad resulta infinitamente más sencillo si tenemos un buen dominio del inglés. Comprar una máquina específica para el trabajo que hacemos, contratar publicidad en redes sociales… Sea cual sea la forma en la que nos ganamos la vida, el abanico de proveedores se amplía increíblemente si incluimos empresas y servicios de habla inglesa.
La pandemia y la guerra en Ucrania nos han demostrado lo frágil que puede ser nuestro equilibrio económico. Los suministros que veníamos dando por garantizados pueden verse afectados por circunstancias que nos parecían absolutamente impensables hasta hace meses y nos vemos obligados a recurrir a nuevos proveedores: ¿Cómo podemos hacerlo si no tenemos conocimientos de idiomas?
Ni qué decir tiene, que si nuestra empresa tiene la posibilidad de ofrecer productos y servicios al mercado internacional tiene mejores perspectivas de cara a la ansiada recuperación a la que nos enfrentamos después de dos años aciagos para todos los sectores e industrias. Si queremos acceder a esos nuevos mercados, es aconsejable contar con aliados a nivel internacional, sí, pero lo que es imprescindible es tener la capacidad para entenderse con ellos, y el inglés es indiscutiblemente el idioma de los negocios en el mundo.
Una de las razones que hacen que autónomos y pymes no destinen tiempo y recursos a mejorar su nivel de inglés suele ser que lo consideran un asunto muy alejado de su día a día. En muchas ocasiones, los profesionales han tenido la experiencia de asistir a clases en las que han recibido formación en gramática inglesa e incluso vocabulario que poco o nada tiene que ver con lo que podrían necesitar en su día a día.
Además, los horarios de las clases resultan difíciles de compaginar con la interminable actividad de los empresarios y las plataformas online no siempre dan la sensación al alumno de estar avanzando en sus objetivos. Quizá por eso, la tendencia actual, especialmente tras la pandemia y con el posterior incremento del teletrabajo, ha surgido una nueva tendencia, el llamado live learning que combina la comodidad de las aplicaciones con las ventajas del factor humano. A través de tutorías individuales digitales, es posible contactar con un profesor que se ajuste al perfil y las necesidades del alumno: que conozca su sector, y que pueda reforzar las áreas concretas en las que necesite más ayuda.
Cuando se aprende inglés con este sistema, es mucho más sencillo cómo la inversión -en tiempo y dinero- tiene una enorme rentabilidad. Los objetivos quedan más claros desde el primer momento y su cumplimiento se puede ir midiendo en tiempo real: Contactar con proveedores, abrir nuevos canales de ventas, elaborar presentaciones, etc. Siguiendo este método es sencillo calcular el retorno de la inversión y alcanzar el éxito.