Aida y Pablo, fundadores de 2BOLD, lo tienen claro: los espacios pueden ser agentes de cambio capaces de transformar ideas abstractas en experiencias tangibles. Desde su estudio, aplican su conocimiento en arquitectura, experiencia del usuario y design thinking para crear entornos que no solo cumplen una función estética, sino que generan un impacto real en quienes los experimentan. En su trayectoria han trabajado en proyectos tan diversos como retail, espacios educativos, restauración o diseño escenográfico, siempre con la misma premisa: traducir conceptos en experiencias.
En un mundo donde las interacciones con las marcas se han vuelto cada vez más digitales, es imprescindible ofrecer algo más que un producto o servicio. "Las personas buscan conectar de una manera auténtica, vivir momentos que se queden en su memoria y les hagan sentir parte de algo más grande", nos explica Aida. Y ahí es donde entran en juego las experiencias de marca.
Desde los años 90, la llamada economía de la experiencia ha sido clave para añadir valor a las marcas. Pero, como señala Pablo, ahora el mercado ha evolucionado hacia la economía de la transformación. "Ya no es suficiente con ofrecer algo atractivo, ahora las marcas que realmente dejan huella son las que consiguen conectar con los valores de su público y generar cambios emocionales en ellos", afirma. No se trata solo de crear espacios bonitos, sino de diseñar vivencias que refuercen la identidad de la marca y la hagan inolvidable.
Para entender por qué las experiencias de marca funcionan, Aida nos invita a reflexionar: "¿Qué recuerdas más, un anuncio en redes o el día que fuiste a un evento donde podías tocar, oler y sentir la esencia de una marca?". Las experiencias físicas se graban en la memoria de forma mucho más profunda porque activan todos los sentidos y generan una respuesta emocional auténtica.
Pablo destaca que, en un mercado saturado de mensajes y productos similares, la diferenciación es clave. "Nada conecta más que una vivencia única y genuina", dice. Además, estas experiencias no solo impactan a nivel individual, sino que también tienen un efecto multiplicador. "Si diseñamos algo que realmente emocione, la gente lo comparte. Y cuando las personas cuentan nuestra historia, se convierten en embajadores de la marca", añade Aida.
El diseño de una experiencia memorable requiere una narrativa coherente con la personalidad de la marca y una ejecución cuidada al detalle. "No se trata de acumular elementos llamativos, sino de crear un recorrido que guíe al usuario y le haga sentirse protagonista", explica Pablo. Los elementos sensoriales como luces, texturas o aromas refuerzan esa narrativa y potencian el impacto emocional.
Un ejemplo claro de cómo llevar esto a la práctica es "El Museo de los Pequeños Placeres", un pop-up creado por 2BOLD para Laconicum. "Queríamos ir más allá de una tienda efímera, así que transformamos el espacio en una experiencia museística que invitaba a los visitantes a redescubrir la belleza de los pequeños momentos cotidianos", nos cuenta Aida. La exposición presentaba productos cosméticos seleccionados con el mismo mimo con el que Laconicum elige su catálogo, combinados con elementos artísticos y sensoriales que evocaban placeres tan sencillos como el aroma del pan recién horneado o la suavidad de un tejido nuevo.
Uno de los espacios más impactantes fue la cápsula inmersiva de fragancias, donde los visitantes podían explorar los perfumes desde un punto de vista emocional. "No se trataba solo de oler, sino de vivir cada fragancia", dice Pablo.
Las experiencias de marca van mucho más allá de una estrategia de marketing; son una declaración de intenciones. "Las marcas que consiguen generar recuerdos positivos y conexiones reales tienen una ventaja enorme", afirma Aida. En un mundo donde la competencia es feroz y las opciones infinitas, las que logran dejar huella son las que realmente perduran en la mente y el corazón de las personas.