El mundo está cambiando, y no todos los cambios son precisamente a mejor. Afirmar esto no es ir de negativo, sino de realista. La realidad es que hoy día nuestras sociedades se enfrentan a grandes retos globales que hace unas décadas no existían. O al menos, no eran prioritarios. O no fuimos capaces de darnos cuenta de que en el futuro podrían llegar a convertirse en problemas de urgente solución. Naciones Unidas, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, marcó en 2015 una hoja de ruta para que todos asumamos nuestra responsabilidad en el complejo desafío de garantizar un futuro sostenible para el planeta y todos sus habitantes en 2030. No será fácil lograrlo, pero hay que poner todos los esfuerzos en ello.
Y si hay algo positivo en lo que el mundo está cambiando es en la concienciación creciente de esta necesidad desde el ecosistema de emprendimiento. Hoy ya no basta con poner en marcha una idea empresarial. No basta con hacer un estudio de mercado y un plan estratégico para alcanzar la rentabilidad. Hoy, apoyar el desarrollo sostenible es un imperativo para los emprendedores, y se integra desde el primer minuto en su estrategia.
Existe, específicamente, un emprendimiento de impacto que busca desarrollar nuevos modelos de negocio que aporten un valor positivo a la sociedad, al medio ambiente, a las economías locales… Además, claro está, de buscar generar rentabilidad. Este tipo de startups no solo dan respuesta a una necesidad de sus clientes, sino que además tratan de contribuir a resolver otros problemas de mayor alcance, y que están alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En línea con esta hoja de ruta, también han surgido fondos y plataformas que, desde el ámbito de la inversión, están apoyando a estos emprendedores con vocación de mejorar el planeta o la vida de otras personas. La Global Impact Investing Network asegura que, en 2021, en el mundo había 1,16 billones de dólares en activos bajo gestión de impacto. Si hablamos de España, la cantidad para ese mismo año era de 2.400 millones de euros: 435 millones gestionados por fondos de capital privado y los 1.630 restantes por la banca ética y social, particularmente Triodos Bank, según datos de SpainNab, la asociación que representa a los inversores de impacto.
Una iniciativa pionera en nuestro país en la inversión de impacto fue La Bolsa Social, nacida el mismo año que la ONU aprobaba sus ODS, de la mano de una comunidad de empresas e inversores con impacto social y ambiental positivo. Fue la primera plataforma de financiación participativa autorizada por la CNMV en España, y hasta ahora ha financiado 42 rondas de inversión mediante ronda de capital y de lending por valor de más de 12,3 millones de euros. En 2022 impulsó la creación del Club de Impact Angels, una red de business angels concienciados con generar impacto positivo en el medio ambiente y la sociedad a través de la inversión, que preside el reconocido business angel Nacho Alonso.
En estos años, esta plataforma ha analizado más de 1.500 proyectos a partir de tres criterios fundamentales: lo que aportan a la sociedad y al medioambiente, además del potencial de rentabilidad para los inversores; su valor diferencial para hallar soluciones a desafíos sociales o medioambientales reales a través de nuevas tecnologías; y su potencial de crecimiento y escalabilidad.
Uno de los aspectos fundamentales del emprendimiento de impacto y la inversión de impacto es la medición. Porque no basta con decir que eres sostenible, o que estás favoreciendo el bienestar de las personas. Es necesario poder cuantificarlo. De otro modo, podríamos estar incurriendo en una práctica de greenwashing que no solo no aporta valor, sino que además resta credibilidad a la compañía. Para ello, diversos organismos han desarrollado estándares y métricas, como la European Venture Philanthropy Association (EVPA), la Global Impact Investing Network (GIIN) o la Impact Management Platform (IMP).
Sin duda, existe una tendencia clara a nivel global hacia un modelo de inversión que apoye a las empresas y los proyectos que aportan valor más allá de lo económico. Son inversores que buscan hacer crecer su patrimonio, por supuesto, pero también están convencidos de que con su dinero pueden contribuir a impulsar la transformación social y medioambiental que el mundo necesita. Es una forma de transformar el capitalismo más “agresivo” en un nuevo sistema más comprometido, consciente y regenerativo, conectado con las comunidades y con un mundo más sostenible y más justo.
Este tipo de inversiones son la vitamina del emprendimiento de impacto. Pero para ellas, la medición es esencial. Por eso, las plataformas y fondos de inversión de impacto dedican importantes esfuerzos al análisis de impacto. Quieren estar seguras de apoyar a proyectos que realmente están aportando valor, y que tienen un potencial de crecimiento y de rentabilidad.
Necesitamos a esos emprendedores que buscan nuevas fórmulas para que el planeta sea un lugar mejor para vivir. Y queremos seguir impulsando su desarrollo a través de la inversión de impacto.