Esto de los días mundiales es algo que a muchos puede parecerles irrelevante por exceso. Es decir, antes conocíamos algunas fechas clave del calendario y les dedicábamos una cierta atención. Pero ahora existen días mundiales para todo (hasta de la patata frita, o del orgullo zombie)… Tantos, que tal vez se ha llegado a producir un efecto de “desprestigio” respecto a este tipo de efemérides. Y eso que muchas de ellas siguen siendo importantes para poner el foco en colectivos, problemáticas o situaciones de alcance global que merecen el interés y la concienciación de la sociedad.
El caso es que el 16 de abril es el Día Mundial del Emprendimiento, y en ComBoca no podemos evitar sentir un apego especial por esta “categoría de profesionales” que son los emprendedores. A lo largo de nuestra trayectoria hemos conocido a unos cuantos, y como ocurre con cualquier grupo de personas, los hay de todo tipo, pero hay tres aspectos que comparten y están presentes, de forma generalizada, en todos ellos, y que son para nosotros una lección de vida.
El primero, la dedicación. Pasan horas y horas trabajando para sacar adelante sus proyectos. Su trabajo es su vida, y muchos no entienden de horarios, ni de festivos, ni de vacaciones. Saben que de su esfuerzo depende en gran medida el éxito de la startup que han puesto en marcha. Y esa misma dedicación y compromiso se lo exigen a su equipo. Aunque normalmente son “jefes modernos”, y en startups de un cierto tamaño llevan a cabo una estrategia de employer branding para captar talento que proporciona a los empleados una serie de ventajas y beneficios de gran interés.
Sobre todo, la flexibilidad. “Trabajad mucho, pero podéis hacerlo desde donde queráis, venir a la oficina cuando lo deseéis, y organizaros vuestro horario a vuestra medida”. Eso es un gran avance hoy día, y algo que a cualquier trabajador resulta muy atractivo.
El segundo, la perseverancia. Llevan grabado a fuego el método de prueba y error. Las startups son empresas emergentes basadas en modelos de negocio innovadores, que buscan una manera diferente de hacer las cosas, utilizando como base la tecnología. Por tanto, están abriendo camino. Y se pueden equivocar, desandar lo andado y darle una vuelta a su enfoque de negocio. Ellos lo llaman “pivotar”. Es decir, pruebo esta idea, y si veo que no me funciona todo lo bien que pensaba, intento otra cosa. La clave está en no rendirse, en ser capaces de seguir intentándolo, en saber reinventarse, en mantenerse en un constante proceso de creatividad e innovación.
El tercero, la ilusión. Dedican, como decimos, muchas horas del día a trabajar, pero lo hacen con ganas, con una gran motivación. Están convencidos de que su proyecto es viable, de que lo que hacen es importante, que están persiguiendo algo grande, y que puede serlo todavía más si se lo proponen. Y ese entusiasmo es contagioso.
Sueñan en grande, que es la forma de alcanzar grandes metas. Aunque, claro, no todos logran hacer realidad esos sueños. En estos ocho años hemos acompañado en su viaje a muchas startups, y hemos visto de todo. Desde las que han logrado triunfar y hacerse un nombre en su sector, como Ontruck, Lingokids, AUARA o Micappital, hasta proyectos que tuvieron un tirón increíble pero se quedaron en el camino, como Q12 Trivia, el primer programa tipo quiz show en español que se emitía todos los días a las 22:00 horas a través de una app, y que llegó a congregar ante sus respectivos móviles a 100.000 personas. Y luego… desapareció.
En el medio hay un ejército de startups que buscan la manera de posicionarse, de aumentar su volumen de clientes o de ventas, de ganar reputación y reconocimiento de marca para destacar frente a la competencia… Y no siempre resulta fácil. Y menos en tiempos como los actuales, en los que la incertidumbre económica global les complica enormemente la posibilidad de conseguir financiación, de captar capital para sostenerse y seguir avanzando mientras logran alcanzar la rentabilidad y vivir de sus propios ingresos.
Hoy, los inversores son mucho más selectivos y reacios a asumir riesgos. No hay tantas rondas de inversión, y las que hay son de volúmenes inferiores. Seguimos viendo en los medios algunas rondas millonarias de scaleups que ya han logrado traspasar fronteras y convertirse en verdaderas empresas globales, pero a las que todavía están en fase de consolidación en el mercado nacional les hace falta liquidez para seguir intentando crecer y consolidarse. Y si no la consiguen a tiempo, está en juego su supervivencia.
Se habla mucho de que emprender es una forma de autoempleo que puede resolver el problema del paro, o por lo menos reducirlo. Pero no todo el mundo puede ser emprendedor. Hay que estar hecho de una pasta especial. Hay que valer.
Por eso, en el Día Mundial del Emprendimiento –y con permiso de los detractores de estas efemérides–, queremos poner en valor el esfuerzo de todos esos valientes que se están dejando la piel por salir adelante. Y les deseamos suerte y energía a partes iguales, para que algún día podamos ser testigos de sus éxitos.
María Rodríguez Vegas, directora de Comunicación en ComBoca