Noticia Emprendedores

La ausencia de habilidades frena el potencial emprendedor

La cultura emprendedora se encuentra en un trasfondo sociopolítico y económico complejo e incierto donde los valores y las habilidades profesionales son requisitos indispensables para emprender. Más de 58% de los emprendedores jóvenes afirma que la falta de las habilidades profesionales necesarias es lo que frena el potencial emprendedor para conformar y dar forma a esa idea de emprendimiento.

Arina Gruia, Doctora en Psicología y docente en la Universidad a Distancia de MadridUDIMA, presenta una serie de estrategias, competencias y características personales a desarrollar para tener el valor de lanzar proyectos empresariales estables. Lo hizo durante su participación en el marco del Ciclo de Conferencias online y gratuitas convocadas por el Grupo Educativo CEF.- UDIMA bajo el hashtag #QuédateEnCasa, con motivo de la crisis del coronavirus en la webinar “El valor de emplearme a mí mismo” junto a nuestro moderador Alberto Orellana.

“Una cultura emprendedora es la programación de la mente”, así lo afirma la teoría de David McClelland, psicólogo estadounidense especialista en motivación humana y emprendimiento.

Derivado de esta teoría, la cultura emprendedora promueve un entorno donde el emprendimiento y el comportamiento de los emprendedores, junto a sus fortalezas y debilidades son los factores que determinan los valores, creencias y actos que vamos a adoptar durante el emprendimiento. La eficacia de esta cultura emprendedora se apoya en las ideas nuevas y creativas, el fomento de la toma de riesgos, la tolerancia al fracaso, el aprendizaje continuo y, por supuesto, la innovación.

Desde el enfoque cultural español, la doctora Gruia destaca que “la tolerancia al fracaso es sin duda el punto más importante en el programa formativo de emprendimiento, puesto que hay que entender que no es posible avanzar sin error”. El fracaso debería gestionarse desde que empezamos en un entorno educativo infantil, aunque no de manera directa, sino “como una competencia sana que nos motive a generar valor en las personas y a desarrollar unas buenas prácticas e ideas colectivas comunes”. Al menos, así lo afirma Gruia.

Según un estudio de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, los jóvenes tienen menos oportunidades de llevar a cabo un camino laboral emprendedor por una serie de barreras entre las que destacan las actitudes sociales negativas, una falta de habilidades específicas para emprender, la falta de experiencia laboral previa y un bajo nivel de capitalización, entre otras.

De hecho, otro estudio llevado a cabo a nivel europeo desde esta misma organización, la OCDE, afirma que entre el colectivo emprendedor los jóvenes y las mujeres se encuentran representados en un porcentaje muy bajo, mientras que las personas senior o de edades entre 50 y 64 años tienen una presencia importante.

El potencial de autoemplearse crece cuando te encuentras en una situación de desempleo, pues los emprendedores reúnen el valor para lanzar, generar o crear un proyecto que sea sostenible en el tiempo. Por este motivo las medidas a tomar que la OCDE propone es desarrollar las habilidades emprendedoras para ofrecer mecanismos financieros o de apoyo con ayuda de fundaciones tanto públicas como privadas, ofrecer asesoramiento y programas de coaching y mentoring y desarrollar la infraestructura para el emprendedor.

El emprendiento es un factor estratégico que está adquiriendo nuevas formas y medidas. Entre las competencias emprendedoras podemos encontrar en modelo EntreComp que ayuda a adoptar una serie de estrategias para evaluar de una manera exitosa los aspectos más relevantes a la hora de contratar profesionales externos. Conductas, resultados y valores son los indicadores necesarios en este modelo para generar un entorno organizacional adecuado.

El modelo Entrecomp se compone en dos dimensiones divididas en tres áreas competenciales importantes: el área de Ideas y Oportunidades donde la creatividad, la identificación de oportunidades, la visión y el pensamiento ético y sostenible son fundamentales; el área de Recursos donde el liderazgo corresponde a generar un crecimiento del proyecto común para inspirar a través del ejemplo donde las habilidades a desarrollar son la autoconciencia y autoeficacia, motivación y perseverancia, movilización de recursos y conocimientos de finanzas y economía; por último tenemos el área de En Acción que incluye la toma de iniciativa, planificación y management, afrontar la incertidumbre, la ambigüedad y el riesgo, trabajar con otros y aprender a través de la experiencia.

La doctora Gruia concluye afirmando que, "aunque el emprendimiento es complejo, hay que ir a por ello y atrevernos a actuar".

 

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