He pensado que, en esta ocasión, estaría bien escribir un artículo que respirara vacaciones por los cuatro costados. En estos meses de julio y agosto, meses de vacaciones por antonomasia en nuestro país, el cuerpo nos pide relax, desconexión, buena comida y bebida y hacer muchas fotos que subiremos a nuestras redes sociales preferidas. El objetivo es sencillo: recargar nuestras baterías para afrontar la segunda parte del año e iniciar el curso empresarial en la mejor posición posible.
Con todo lo anteriormente descrito, lo más normal sería que este artículo se centrara en las mejores recomendaciones para disfrutar al máximo de nuestro tiempo libre y desconectar, realmente, de todo lo que huela a trabajo. Pues bien, como no soy un articulista al uso prefiero pensar un poco más allá, tampoco mucho más, en el mes de septiembre. ¡Maldito septiembre! Pensarán algunos.
Si enero es el mes de los nuevos propósitos, de los retos imposibles y de la más que probable posterior frustración por no haberlos logrado, septiembre es el mes en el que, tras el sabor dulce que dejan las vacaciones, nos planteamos la manera en la que podemos mejorar nuestra situación personal y, sobre todo, profesional. Pedir un aumento, buscar un nuevo trabajo, evolucionar en nuestra posición, completar nuestros estudios, poner en marcha una idea de negocio… son objetivos, todos ellos, perfectamente lícitos aunque no siempre los construimos con la idea de perseguirlos realmente.
¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que en muchas ocasiones, simplemente, se trata de declaraciones de intenciones, deseos expresados en voz alta que esperamos que, a fuerza de repetirlos como si de un mantra se tratara, se acaben convirtiendo en realidad pero… ¿qué es lo que realmente haces para lograr convertir en realidad estos deseos? ¿Serías capaz de enumerar los pasos que vas a dar para alcanzarlos? ¿Has medido la repercusión que tendría llevar a cabo una decisión como la que has verbalizado? Si la respuesta es no, entonces es más que probable que no acabes obteniendo el resultado esperado por tu parte.
El éxito requiere de un plan y un plan, para construirlo de manera solvente, requiere de una preparación previa extensa que te permita visualizar, con claridad, todos los aspectos que tendrás que tener en cuenta para acercarte al objetivo deseado.
“Es que mira que lo he intentado veces. Y aun así, ¡NADA!”
Si te suena esta frase (o alguna similar) seguramente entenderás lo que duele no obtener los resultados deseados. Seguramente te sentirás enojado cuando descubres que has arrojado la toalla y ya no vas a seguir luchando por aquello que, no hace tanto, te llenó de ilusión y motivación. ¡Es normal sentirse así! Pero… ¿Qué es lo que verdaderamente has hecho para poder alcanzar el éxito en tus propósitos? Piénsalo. Analízalo. Y cuando lo hayas hecho, te sentirás mejor porque descubrirás que todavía tienes la oportunidad de lograr lo que te habías propuesto si pasas a la acción.
“Intentar no es hacer”
Esto es lo que una vez me dijo una persona que tuvo gran influencia en mi desarrollo personal. La frase se introdujo en mi mente como un martillo neumático y derribó varios muros llenos de excusas poniendo en evidencia que todo aquello por lo que me había sentido frustrado dependía de mí. ¿Qué es lo que diferencia a las personas emprendedoras de las que no lo son? ¡Muy fácil! Los emprendedores hacen que las cosas sucedan, provocan encuentros, comparten sus ideas, buscan aliados para llevar a cabo aquellas cosas que no saben hacer, caen y vuelven a levantarse, se arriesgan, creen que si algo no funciona no es un fracaso y sí un aprendizaje, hacen, hacen y hacen.
Todos somos capaces de tener buenas ideas en cualquier momento y situación pero lo que va a marcar la diferencia será la capacidad que tengamos de poner a trabajar esa idea que nos ha venido a la mente. Ponerla en marcha y convertirla en algo tangible es lo verdaderamente difícil. Pero… ¿qué pasaría si te dijera que la idea que has tenido tiene un futuro esplendoroso? ¿Sería más fácil para ti lanzarte a la piscina si tuvieras la certeza del triunfo? Si la respuesta es sí ¡estás de enhorabuena! Tú mismo puedes hacer unas comprobaciones sencillas para ver si tu idea presenta una ventaja competitiva clave para llevarla a cabo. Para ello dispones de algunas herramientas que te permitirán saber si tu idea es viable y competitiva. Una de ellas (con gran solera) puede ser la matriz DAFO con la que podrás identificar las DEBILIDADES, AMENAZAS, FORTALEZAS y OPORTUNIDADES que presenta tu idea y cuál es la mejor estrategia para poder llevarla a cabo.
Hacer un DAFO está muy bien aunque yo soy más partidario de la matriz FOAR. ¿Por qué? Para mí es más interesante por su enfoque positivo en la fase de análisis. Si bien es cierto que el FOAR profundiza en las FORTALEZAS (internas) y OPORTUNIDADES (externas) que presenta la idea (igual que en el DAFO), también es cierto que te proyecta hacia el futuro de la idea, haciéndote pensar en las ASPIRACIONES (visión a futuro-qué pretendes conseguir) y los RESULTADOS/RECURSOS que necesitas para llevar tu idea a buen puerto:
RESULTADOS: hace referencia a los KPIs que vas a monitorizar para saber que tu idea está evolucionando de la manera correcta.
RECURSOS: hace referencia a las necesidades/herramientas que tú, como emprendedor, necesitas para poder llevar a cabo la idea.
Este análisis no te garantiza el éxito del proyecto que tienes en tu mente pero te posiciona en clave emprendedora y esto, créeme, es el primer paso para lograr alcanzar el éxito con tus ideas. Cualquiera de ellas. Un nuevo empleo, una nueva responsabilidad, una empresa, un proyecto personal, iniciar unos nuevos estudios… Para todos estos supuestos tienes FORTALEZAS que puedes usar, existen OPORTUNIDADES fuera de las que te puedes aprovechar, has pensado en las ASPIRACIONES que quieres convertir en realidad en el futuro y necesitas identificar los RECURSOS necesarios para poder llevar a cabo tu proyecto y los RESULTADOS que te permitirán monitorizar si estás alineado con el plan trazado.
Para acabar, recuerda que en este proceso de creación NUNCA debes sentirte frustrado si no consigues los resultados esperados por tu parte porque, como dice un antiguo proverbio japonés:
“Nadie tropieza mientras está acostado en la cama”.
Así que… ¡Siéntete orgulloso por hacer que las cosas sucedan!