Businesswoman from Cuba
Muchos "cuentapropistas" cubanos han aplicado con determinación y no poco éxito, la palabra emprendimiento en todo su significado. No importa la ausencia de políticas públicas claras que incentiven su participación e inserción en el ecosistema digital: sin esperar directivas del gobierno, aprovechan la infraestructura o coyuntura para demostrar cuánto el uso de las TICS ayuda al desarrollo empresarial y la transformación digital de los negocios.
En muchos casos, han identificado con éxito -y mejor que nadie más- qué demanda el nuevo contexto. Con la apertura del sector no estatal en la Isla, iniciaron diversos negocios que cubrían nichos de mercado no gestionados o subvencionados por el Estado. Entonces, los "cuentapropistas" debieron gestionar sus proyectos y elaborar planes de negocio que permitiesen rentabilizar su inversión.
Usaron la publicidad y el marketing para darse a conocer, quizás sin dominar algo que los estudiantes de Comunicación Social estudiaban en las escuelas: planeación estratégica y sostenibilidad de las empresas.
De la promoción en el paquete semanal, una suerte de Netflix de los cubanos, los emprendedores migraron hacia el ecosistema digital para fomentar su marca, escalar mercados y posicionarse, de ahí que su cultura digital se ha expandido hacia otras áreas como la gestión de la información y la comunicación, desarrollo de su identidad corporativa digital y oferta de servicios digitales.
Sin embargo, conocer cuántos TCP cubanos (Trabajadores por Cuenta Propia) invierten en la reputación de su marca digital y cuánto gastan son preguntas difícil de responder.
Cientos de "cuentapropistas" soslayados de este sector digital conviven en el ecosistema on y offline, dada la creciente, pero incipiente conexión en el país. Todos ellos tienen en común que ninguna de las licencias reconocidas para ejercer el trabajo por cuenta propia reúne los requisitos para ejercer el emprendimiento de base tecnológica que incluya la innovación y la transformación digital.
Uno de ellos es, por ejemplo, el pago de impuestos. Cuando esos dueños de casas de renta, de restaurantes, cafeterías, peluquerías, entre otros negocios—que tienen sus licencias de operación— promocionan sus páginas web, los costos de operación en el ecosistema digital no valen para la Oficina Nacional de Atención Tributaria (ONAT). Por ende, el ecosistema digital se obvia como un escenario más de participación, competencia y convergencia de los emprendedores.
Mientras nada cambie, seguirán fuera de las regulaciones. Con la política de “te tolero”, pero no “te acepto”, el Estado cubano da la espalda a un fenómeno que, bien orientado, permitiría desarrollar nuevos modelos de negocio, escalar mercados, convertirse en un referente para la región e ingresar mucho, pero mucho dinero, mediante la llamada economía digital.