Las exportaciones de contenidos digitales crecieron más del 406% entre 2012 y 2017, pasando de 11,5 millones de dólares estadounidenses a un montante de 58,2 millones. Son los primeros resultados positivos de la recién bautizada como ‘economía naranja’, una suerte de cuarta revolución industrial en la que Colombia aspira a convertirse en faro en Latinoamérica.
Con motivo de la reciente celebración de Colombia 4.0, la ministra de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia, Sylvia Constaín, mantuvo en Bogotá un encuentro informativo con un reducido grupo de periodistas extranjeros, entre ellos nuestro redactor jefe, Luis Miguel Belda, a quienes trasladó la idea de que “la economía naranja es una economía en construcción”, lo que la hace, si cabe, mucho más atractiva.
Una economía naranja que hoy se cifra en 270 billones de dólares, una parte de cuyo dinero corresponde a Colombia: “No estamos solos”, afirmó la titular de la cartera ministerial.
Así, según detalló, Colombia ocupa actualmente la posición 76 de un total de 126 en el Índice de Resultados Creativos, de acuerdo con datos del Global Innovation Index. Ello supone un incremento de 0.3 puntos entre 2012 y 2016, al pasar del 3,3% al 3,6% de aportación al Producto Interior Bruto (PIB).
A ello se suma que Colombia se ha convertido hoy por hoy en el cuarto país de la región Latam en cuanto a la industria de los videojuegos, con un montante de 291 millones de dólares estadounidenses.
Con el fin de propiciar un desarrollo aún mayor de la economía naranja, el Ejecutivo que preside Iván Duque creó hace unos días el Consejo de Economía Naranja, de modo que impulsará en adelante todo aquello que tenga que ver con la industria creativa.
Y aunque reconoció que la economía naranja “se ha convertido en un dinamizador" de la economía colombiana en su conjunto, y muy en particular de la referida a la capital, Bogotá, reconoció, sin embargo, que la conectividad sigue siendo el principal problema que presenta actualmente el país, con apenas la mitad de la población conectada, frente a la otra mitad que sigue sin tener acceso a la Red. En ello está, precisamente, su ministerio.